8:00 horas y un último repaso mental antes de salir de casa (lo tengo todo en la maleta, dinero, celular, listo...), persignarme al cruzar la puerta y comienza el trayecto, pensando en cómo luzco y cómo camino: moviendo los brazos y brincando un poco a cada paso, naturalmente, sin presiones (me preocupan varias cosas pero prefiero no pensar en ello).
Ha pasado hora y media y ahora estoy parado dentro de "la gran caja blanca", con la postura y el silencio que siempre exige el lugar. Los muros y pisos soportan las variadas ideas y perspectivas de personas cercanas, artistas todos, lo que lo hace el lugar perfecto para empezar; la idea básica es resurgir y la galería se convierte en la sala de parto, rodeada de pequeños que lloran y exigen atención. Comienzo a sentir lo mismo de siempre en la boca del estomago (¿Está gritando?).
Llegó el equipo de Arte Shock e invadió el espacio con ojos, lentes y luces. Está todo listo.
Arriban los testigos, familia y amigos, les doy la bienvenida que es al mismo tiempo despedida. Corre el video, me deshago de mi ropa y la lanzo al cúmulo de los despojos ideológicos, máscaras gastadas.
Cortar mi cabello, violentar la piel para quitarle el vello (¿Curtirla?), base, ojos, pómulos y labios, perforar las orejas y colocar el nuevo cabello, un vestido plástico amarillo (¿Qué sería del mundo sin un pequeño vestido amarillo?). El resultado: una saludable "mujercita" de 1.70 de largo (10 de ellos gracias al calzado) y 52 kilos. Abrazo a mi madre.
Comenzamos.
Salir a la vida real nunca fue tan extraño. Son las primeras horas de la tarde y comparto el espacio con nuevas personas que me cuentan de sus vidas y experiencias, los primeros que conviven conmigo en éste nuevo segmento. Risas, anécdotas y críticas saludables pero es hora de partir.
Ya sola me es difícil caminar, sentir el escrutinio de las personas ajenas a mi, que no saben nada más que lo que leen en mi atuendo, me ven y desechan tan pronto he pasado. Ahora es momento de pensar en mis pasos, mover la cadera un poco, enderezar la espalda y cuidar no parecer vulgar (¿Por qué preocuparse por ello?).
Tengo miedo, es la primera vez que me alejo de mi escenario y entro en el de los demás, para desarrollar mi papel que es más bien mi nueva forma de vida; no hay telón ni música de fondo para hacer playback o lentejuelas que brillan con las luces de colores, no es mi objetivo. Pretendo ver la vida desde otro punto y ya lo hago, desde un sitio en que debo conservar una postura y esperar que los demás la comprendan para poder entrar al juego, al de las miradas y los prejuicios visuales. A ver y ser vista.
Ya es de noche y vuelvo a casa, tomo un respiro antes de entrar, brinco dentro.
Mi hermano está en el sillón de siempre pero su mirada no es la usual, (cara en pausa, mezcla de desconcierto y ligero rechazo a la nueva imagen, como cuando nos ofrecen probar algo nuevo que no parece comestible). ¿Tú qué? pregunta. (¿Yo qué?).