jueves, 27 de octubre de 2011

Proyecto Sophía, día uno. 21 de junio de 2011

León, Guanajuato; 6:30 horas: no tengo ganas de levantarme, como cada día desde hace tiempo, pero hoy es más que necesario.

8:00 horas y un último repaso mental antes de salir de casa (lo tengo todo en la maleta, dinero, celular, listo...), persignarme al cruzar la puerta y comienza el trayecto, pensando en cómo luzco y cómo camino: moviendo los brazos y brincando un poco a cada paso, naturalmente, sin presiones (me preocupan varias cosas pero prefiero no pensar en ello).

Ha pasado hora y media y ahora estoy parado dentro de "la gran caja blanca", con la postura y el silencio que siempre exige el lugar. Los muros y pisos soportan las variadas ideas y perspectivas de personas cercanas, artistas todos, lo que lo hace el lugar perfecto para empezar; la idea básica es resurgir y la galería se convierte en la sala de parto, rodeada de pequeños que lloran y exigen atención. Comienzo a sentir lo mismo de siempre en la boca del estomago (¿Está gritando?).

Llegó el equipo de Arte Shock e invadió el espacio con ojos, lentes y luces. Está todo listo.

Arriban los testigos, familia y amigos, les doy la bienvenida que es al mismo tiempo despedida. Corre el video, me deshago de mi ropa y la lanzo al cúmulo de los despojos ideológicos, máscaras gastadas.

Cortar mi cabello, violentar la piel para quitarle el vello (¿Curtirla?), base, ojos, pómulos y labios, perforar las orejas y colocar el nuevo cabello, un vestido plástico amarillo (¿Qué sería del mundo sin un pequeño vestido amarillo?). El resultado: una saludable "mujercita" de 1.70 de largo (10 de ellos gracias al calzado) y 52 kilos. Abrazo a mi madre.

Comenzamos.

Salir a la vida real nunca fue tan extraño. Son las primeras horas de la tarde y comparto el espacio con nuevas personas que me cuentan de sus vidas y experiencias, los primeros que conviven conmigo en éste nuevo segmento. Risas, anécdotas y críticas saludables pero es hora de partir.

Ya sola me es difícil caminar, sentir el escrutinio de las personas ajenas a mi, que no saben nada más que lo que leen en mi atuendo, me ven y desechan tan pronto he pasado. Ahora es momento de pensar en mis pasos, mover la cadera un poco, enderezar la espalda y cuidar no parecer vulgar (¿Por qué preocuparse por ello?).

Tengo miedo, es la primera vez que me alejo de mi escenario y entro en el de los demás, para desarrollar mi papel que es más bien mi nueva forma de vida; no hay telón ni música de fondo para hacer playback o lentejuelas que brillan con las luces de colores, no es mi objetivo. Pretendo ver la vida desde otro punto y ya lo hago, desde un sitio en que debo conservar una postura y esperar que los demás la comprendan para poder entrar al juego, al de las miradas y los prejuicios visuales. A ver y ser vista.

Ya es de noche y vuelvo a casa, tomo un respiro antes de entrar, brinco dentro.

Mi hermano está en el sillón de siempre pero su mirada no es la usual, (cara en pausa, mezcla de desconcierto y ligero rechazo a la nueva imagen, como cuando nos ofrecen probar algo nuevo que no parece comestible). ¿Tú qué? pregunta. (¿Yo qué?).

Mi hermana llega a la sala y parece haber ensayado la expresión con mi hermano, es la misma. Plática para actualizarnos todos juntos, tomar la foto del día y a dormir.

Mañana otra acción.

Proyecto Sophía, día dos. 22 de junio de 2011





Por la mañana me levanto para darme un baño.

Al salir me veo al espejo y estoy en el limbo. Restos de delineador fundido en mis párpados, aretes y cabeza rapada; ¡no soy yo ni ella! Es un tercer personaje que no esperaba encontrar, uno con más conflictos y cosas en las cuales pensar, el moderador si se permite la analogía (estoy escribiendo ésto y mi cabeza duele un poco, a la par con mi estómago, como si hubiese hecho algo por lo cual sentir culpa). Pienso en lo que sucedió el día anterior. Siento repulsión por lo que veo en el espejo y vuelvo a Sophía.

Primer día de dieta (cereal y un pecaminoso taco, para mantenerme en éste punto estructural, tema que trataré después).

Minutos más tarde retomo los hechos al platicar con Alejandro y me reencuentro con la aparición de un elemento que me atrae: "la pasarela". El sistema de la moda se encargó de fundar su "ceremonia" para lanzar creaciones y tiene fe en su propia trinidad: El branding*, la pasarela y el aparador. Las tres con el objetivo de seducir y atrapar la más amplia gama de feligreses.

Y es que el día de ayer realicé tres pasarelas, dos de ellas no programadas, las más difíciles. Una al salir a la calle por primera vez luciendo como una chica en un día ordinario, con blusa, jeans y tenis en una calle común (miradas y reacciones que quizá sentí graves por mi inseguridad), que es después de todo la tarima más amplia del mundo, a la que todos nos sometemos.

La segunda en el transporte público (¡la bajada es por atrás!) de mi asiento a la salida noto la mirada de un hombre que, después del primer vistazo, confirma frunciendo el ceño si lo que vio es real. Estamos caminando todo el tiempo entre la mirada de las personas, sin que el público esté interesado específicamente en las prendas y el querer conseguirlas, si no de forma automática para actuar y proyectar sus deseos.

El día corre cotidiano en casa (aún ciertas inseguridades familiares), pero decorando mis uñas, pintando en un pequeño lienzo que tiene su propia connotación; acto generalmente "permitido" a las mujeres. Las garras de otras especies son herramienta básica para vivir, en los humanos da un paso (¿adelante?) y se vuelven otro pretexto para llamar la atención, para apoyar el espectáculo que es vivir. De pronto da lo mismo el largo de éstas, pero es el permitirse darles color lo que importa (color rosa y puntas negras para hoy).

La tarde acaba y es momento de cumplir con la cita del día. Salgo con mi amiga y colega Mariana Álvarez y su familia y amigos. La plática amena y me preguntan sobre mi proyecto, les cuento.
Escucho inseguridades similares por parte de las asistentes a la reunión, todas dependientes del vestir, si están sobre arregladas o no y si la gente en la calle lo nota, el vestirse en función de los demás nuevamente hace aparición. Los hombres por su parte deciden entrar en la dinámica, con sus respectivas reservas, y continuar con la plática.

La pregunta obligada: "y ¿sí estás todo el día así?" Tengo qué, ¡esa es la idea! de lo contrario falla todo, la pieza no se cumple y no avanza, no avanzo.

De regreso a la casa paso con más confianza (blusón y medias negras, anillo brillante y zapatos de tacón pequeño, pero lo importante no es la altura si no lo incómodos que se volvieron, provocando que mi meñique del pie derecho se "pelara" al paso), a la mitad me encuentro con mi madre, Alejandro y mi hermana, cuento cómo estuvo la reunión.

Ya en casa tomar la foto del día, ver la tele un poco y reportar todo.

Hora de demaquillar, colocar la cabellera junto a la cama y volver al limbo, hasta mañana!


*estrategias de estudio de mercado que permite la difusión de las marcas.

Proyecto Sophía, día tres. 23 de junio de 2011

Ésta vez me levanto temprano, ante la molestia del lóbulo derecho que me duele (perforé mis orejas durante el performance con manos temblorosas. Es parte de los rituales iniciales a los que sometemos a nuestras crías para encaminarle por su sendero eterno, (primer sometimiento al dolor de parecer)).

Ignorar el dolor y enfrentarme al espejo otra vez. Eterna batalla (según los cuentos de la historia es una que acaso perdimos desde el principio, al entregar los objetos dorados que podíamos adorar a cambio de objetos para adorarnos a nosotros mismos). Cabello, ojos y un poco de atención a los labios, vestido color rosa y tacones azules.

¿A dónde vas? preguntan mi madre y mi hermana, a ningún lado es la respuesta. Estoy en casa y por un momento la forma de vestirme es para mí, para creer mi propia historia.

Todos salieron de casa para continuar con sus vidas y yo me quedo sola.
Sentada en el sofá verde de la sala me descubro in fraganti con las piernas abiertas, me apena el descuido y las regreso a la postura sólida y estrecha que deben tener. "Abrir las piernas" puede ser una de las oraciones más significativas y descriptivas del orden de los roles en nuestra sociedad. Es una provocación, una invitación y una ofensa; en los hombres una postura "requerida" para la comodidad y muchas veces para la presunción, y en mi una referencia directa a Sharon Stone con sus Bajos instintos.

Molestia en la misma oreja.

Noche de chicas, jueves por la noche y el bar de siempre, pero no soy lo de siempre. Mi primera preocupación ya no es el cómo llegar al lugar ("el transporte público no me vencerá hoy" es la frase del día), si no la entrada al sitio. Josué es alguien a quien a sus 24 años le piden la credencial de elector para dar acceso a los sitios adultos. Yo luzco mayor que el, pero aun así temo me pidan una identificación. No tengo una.

Otro juicio visual.

Antes de partir una ducha, el calor lo exige. De nuevo mi cuerpo desnudo me hace volver al tercero en discordia. Es mi ello si nos ponemos a comparar; el cuerpo expuesto, visceral, delicado y sucio. Mantiene un mismo ciclo que promovemos. Le tememos al cuerpo y por eso lo cubrimos, para ser más que un saco de piel e instintos denominado humano. Nos convertimos en meta seres al ponernos la ropa compatible con cualquier rol social.

Otro atuendo (adecuado para la noche): jeans, blusa estampada y anillo gigante. Por último 12 centímetros de color rojo para caminar más alta. Salgo a la calle y hago mi nueva y habitual caminata. Es tarde para la cita así que un taxi será, que como siempre, tarda en pasar cuando se necesita.

Mientras espero suceden las miradas y de pronto frente a mi un auto pasa lento y repentino. Hay un hombre dentro, alrededor de 40 años y una sonrisa amistosa en el rostro (le devuelvo el gesto motivada por los nervios). Se detiene un par de metros más adelante. Sigo a la espera del taxi haciendo repetidas revisiones a mis espaldas, el auto y su dueño siguen ahí, viendo por el retrovisor. Última mirada y el me hace una seña (ven), me volteo penando en las posibilidades y de inmediato resuelvo que no es el momento (¿necesito un arma?) el taxi llega cual milagro y lo abordo. ¿Cuál sería el

objetivo del sujeto? Supongo que en cualquier situación no es muy saludable subir al auto de un desconocido (cuando el objetivo no es ese), así que me quedaré con las conjeturas básicas.

Llegué a mi destino y al pagar el chofer me alegra el momento con su respuesta a mí muchas gracias: "de nada güerita".

Entro al bar y ésta vez no lo imaginé. El guardia de la entrada me recibe y sin solicitar mi credencial me da la bienvenida (bienvenida señorita, ¿ya la esperan? no.), entro directamente a la zona de siempre, el lugar tiene varias mesas llenas a las que decidí darles la espalda. Debía esperar a las otras chicas y mi seguridad no era la mejor.

Primer mesero (ya verán el motivo de enumerar): Buenas noches, ¿le sirvo algo? acompañado de una mirada con los ojos tan abiertos como es posible y tres segundos fijos en mi rostro, ante mi respuesta se aleja de inmediato.

Sigo esperando con pop en español noventero, de mis tiempos.
Segundo mesero y mirada disimulada: Buenas noches señorita, ¿desea ordenar

algo? (repito la respuesta: no gracias, espero a unas amigas).
Tercer mesero, más descarado, ni siquiera me pregunta algo, hace como que limpia la

mesa ya limpia, me ve y se retira.

Cuarto mesero, se acerca a un metro, voltea a verme y se va con rumbo a las mesas contiguas, mismas que están vacías y no necesitan de ninguna atención, al notarlo regresa a la barra. Al parecer el primer mesero se encargó de promulgar mi llegada y todos debieron ser partícipes. A Josué, la última vez que acudió a ese bar, escasamente se le acercó un mesero en un lapso de 10 minutos a su llegada.

Por fin mis amigas Adriana y Araceli llegaron, con sus respectivas reservas. Ahora sí ordenamos y es el segundo mesero quien se encarga de tomarla. Es jueves de coctel al 2 x 1. Piñas coladas Alexander para mí.

Araceli al arribar decidió evadir la mirada al llegar, no se acostumbraba a la idea. Adriana por su parte me hizo varias preguntas de la situación, y al ver a los comensales de frente, fue testigo e informante de las miradas. Ella se preguntó si al llegar conmigo los demás dudarían de su carácter de mujer (¿o dudarían de el mío?, cualquiera que fuera). La plática surgió fluida, con los acontecimientos más recientes en torno a los hombres y sus encuentros, perspectivas, teorías y decepciones. Todos los hombres son iguales.

Quinto mesero y su mirada, ya típica a través de los anteojos, nos trae la primera ronda. Continúa la plática. Es momento de ir al baño y con el poco alcohol adentro temo por mis tacones y su caminar. Regreso y Adriana me confirma que los meseros están todos pendientes de mis movimientos.

El primero, segundo y tercer meseros dan sus respectivas rondas sin acercarse demasiado.

La sexta persona que se aparece es la cocinera (¿qué tiene que hacer ahí? es el colmo) también merodea por las mesas vacías y regresa a la cocina con una sonrisa. El séptimo, quien quizá tenía razón de pasar, con la mirada obligada, fue el Dj.

La noche llega a su fin y las risas y comentarios ahora están inspirados por el alcohol. Quizá no fue tan buena idea consumirlo en mis primeros días de adaptación; dudas y conflictos reaparecen. Las tres vamos en el taxi dando los últimos detalles. Primero dejamos a una (madre soltera, trabaja y estudia, vive con su madre y sus hermanas. Su perspectiva suele ser la objetiva y sus consejos también).

Después a la otra (maestra entregada, de costumbres bien plantadas y apegada a la familia, la más sentimental. Vive con sus padres y hermanas, quienes me han apoyado mucho, de múltiples formas).

Llego a casa y mi ánimo no es el adecuado, subo con mi madre y me aconseja, como lo hace siempre. Me hace notar puntos fuertes y otros en los que hay que trabajar. Es momento de dormir. Me acuesto con los tacones y maquillaje puestos (no es que me haga bien dormir maquillada como aseguran ciertos productos).

Otro día y otra acción.

Proyecto Sophía, días cuatro y cinco. 24 y 25 de junio de 2011

Es viernes, uno común no de quincena, el día nublado y me levanto tarde. Tengo un compromiso y debo cumplirlo. Es muy tarde y no tengo un buen rastrillo (es increíble lo rápido que vuelven los bellos al cuerpo), tengo 10 minutos para vestirme y no es suficiente para mi, ni con base gruesa y dos capas de polvo podría ocultarme. Rompo el ritmo por un momento.

Josué se da un momento de vida de nuevo y sale rápidamente al destino. Pero no está perdido todo, podría parecer pronto para retomar mi vida, pero en realidad me sirve para recordarme que no soy yo, que creí saldría Josué pero la cabeza rapada, las orejas con aretes y un ligero sobrante de delineador no me separa de el tercero, el cuerpo que ante las personas podría parecer intimidante. La cabeza rasa es inevitablemente referencia de enfermedad, de pandillas tatuadas y hasta de pérdida de apuestas, lo último que pensamos es en lo bien que se percibe el frío y el caliente del aire y lo gratificante de ello. Cumplo con el compromiso y vuelvo a casa cuanto antes, a ser Sophía de nuevo antes de que me arrepienta.

El día pasa lento y claro en casa, sin que haga nada más que disfrutar de la programación que ofrece la televisión, ni siquiera tengo ganas de tomar una foto.

Sábado por la mañana. Josué tiene nuevamente un compromiso pero ésta vez no me dejará en casa. Es tarde también pero algo se puede hacer. Vestido de flores blancas sobre negro, la máscara de cada día y un saco negro (hace frío y el compromiso exige un poco de seriedad). Salgo a esperar el taxi nuevamente, llega rápido y me deja en la central, donde la señorita detrás del mostrador decide entrar al juego de inmediato, es cordial y muy sonriente conmigo. Agradezco y me voy. Subo al autobús con rumbo al centro de las artes en Salamanca. El motivo es la asesoría mensual del proyecto Amén (comercial para retícula endoplasmática).

En el par de asientos del transporte se acomoda junto a mí una señora ya mayor, su percepción sobre mi la obliga a mantenerse al límite de su lugar, recargada tanto como le es posible con vista al pasillo.

El trayecto concluye y en la puerta de salida un señor me ofrece su servicio: ¿taxi señorita? Me deja en mi destino. Al entrar a los pasillos del lugar me cruzo con un par de personas, una de ellas le dice a la otra: "así es el centro de las artes", el comentario me parece simpático (quizá solo coincidió mi paso con su plática y el objetivo del comentario era otro).

"¡Buenos días! El asesor no ha llegado, pero si gusta puede esperarlo aquí! tome asiento, ¿con quién tengo el gusto?" Con Sophía Magdaleno respondí. Espere sentada un momento y salí a sacar copias una cuadra más adelante. Regreso y retomo el asiento con una plática de reconocimiento con el contador del lugar. Me doy cuenta de que hasta ese momento todos a mi paso han decidido adaptarse a mi imagen y actuar de acuerdo a ella.

Después de un rato encontramos al asesor, quien se limita a saludar y preguntarme: ¿quién eres realmente? Mi respuesta inicial no satisface la expresión de su rostro por lo que debí decirlo todo y explicar la parafernalia. Está padre! es su respuestas y sin más decide no entrar a la dinámica, le es más importante el motivo de la reunión que cualquier otra cosa (no es para menos).

Salgo y continúo mi viaje, ésta vez el maquillaje decide no permanecer en su lugar y de a poco me derrito, mi cara y ánimo post reunión comienzan a decaer. Necesito un retoque en alguna de las dos. Decido que sea en el ánimo. Cabeza arriba y hombros debajo y atrás, espalda ligeramente curva para levantar el trasero, cadera a izquierda y derecha a cada paso (es de nuevo la pasarela y surte efecto positivo).

A un par de cuadras de mi casa mi padre pasa en su auto, a visitarnos a la casa como lo hace de vez en vez. Pasa junto a mi pero no me reconoce.
Nervios. Ya sobre la calle en la que vivo (después de un obvio y pequeño coqueteo del guardia del fraccionamiento) aprecio a lo lejos el auto estacionado en la entrada de mi casa, con mis hermanos al rededor, esperando que mi padre no note mi llegada, no estoy lista para enfrentarle. Por fortuna en el momento de mi llegada se distrae y no me ve a la cara, sólo nota que alguien en vestido de flores blancas entra a la casa (espero que haya pensado que era mi madre). Más tarde confirmo que no me notó, mi hermana le dice mientras aún estoy lejos "ya viene Josué" (no se acostumbra a mi nueva imagen

en relación al nombre), a lo que mi padre responde "pero...no lo vi". Mi madre llega un poco después que yo y mi padre lo notó, ahora le es obvio que hay algo raro.

La hora de la comida y comento mi siguiente movimiento. Mis hermanos me aconsejan que no lo haga y espere otro momento. Mi madre desearía que no suceda pero es consciente y apoya. Decido seguir y afrontar los riesgos (los cuales mostraré en la próxima publicación).

Más tarde reunión con mis amigos, acceden a llegar a casa. Primero Adriana y Aracely acompañadas por el pequeño Adrián, quien intimidado por la figura desconocida que le abre la puerta decide no entrar (un pequeño empujón de parte de su madre lo obliga). Me di un baño y retoqué el maquillaje sabiendo que Él vendrá también, pero que por su trabajo lo hará un poco más tarde. Con el siempre he tenido una buena comunicación y un muy agudo sentido de crítica, muchas veces de opiniones encontradas (con muchas podría referirme a la mayoría), discusiones largas e intensas que muchos califican de sin sentido, pero que siempre dejan las cosas claras entre ambos. Me siento obligada a mantener todo perfecto.

Llega, me ve y sonríe con cierta extrañeza. Saluda y desde el principio se mantiene al límite. La tarde pasa mientras gran parte del país se concentra en el partido de fútbol del que México es campeón. La plática fluye habitual, comiendo como siempre lo hacemos.

La hora de marcharse y tomar una foto como evidencia de las cosas.

Al final ya solos y ante su insistencia de no llamarme por mi nombre (e l correspondiente a la falda y los tacones de encaje (tan incómodos pero bonitos)) se desata una discusión. Él pretendía que entre nosotros las cosas pasaran comunes y sin prestar atención al atuendo, no le es importante la apariencia y sí quién está dentro, el hombre del proyecto (el cual le gusta, le parece interesan y al final entrará en el curso pues así se lo pedí). Estoy pensando en ceder y que con él sea Josué quien siga viviendo, pero no. Es alguien muy importante también en mi ambiente cotidiano, y como tal me gustaría se involucrara, aunque Josué se pierda de muchas cosas en el proceso.

Y es que a Josué nunca le ha gustado quedarse en pausa. Ni en las cosas más tontas como perderse un capitulo de sus serie favorita y mucho menos al olvidarles en las peores borracheras. Para mi y para Josué es frustrante no tener una memoria, la vida no tiene sentido sin un algo que de fe de que las cosas pasaron (quedarse solo y tener Alzheimer es su peor miedo), las cosas hacen por nosotros lo que las migas de pan por Hansel y Gretel.

Vuelvo a casa pensando en lo difícil que es tratar de olvidarme de Josué, que es al final de todo quien provocó que en los últimos días tuviera miedo de salir a la calle.

Soy Sophía y a ver el mundo como tal.

Proyecto Sophía, día seis. 26 de junio de 2011



Comienza uno de los días que planean ser más fuertes en cuanto a sus efectos en el proyecto. Hay que desayunar y arreglarse para salir a la casa de mis abuelos, es el día para festejar el cumpleaños de una de mis tías (hermana de mi madre) y podría haber fuertes reacciones.

La historia es que mis abuelos viven con la compañía de dos tías, quienes trabajan en un negocio propio establecido en la misma casa. Ambas tienen personalidades e intereses completamente diferentes. La menor de todos los Magdaleno Falcón es la hippie del entorno, interesada sobremanera en los Beatles y otros exponentes de los 60's, de flower power y las sagas cinematográficas de Indiana Jones y Harry Potter.

La festejada en esta ocasión es la segunda de las mujeres, iniciadora del negocio del estilismo en esa casa y fiel ayudante de un grupo católico que ayuda a celebrar misa cada domingo. Siempre ha disfrutado de un carácter fuerte y dominante, con el que defiende a capa y espada su ideología. Josué ha desatado fuertes discusiones en las que ambos terminan elevando la voz y alterando a todos en la sala (la pequeña sala- comedor-cocina en la que todo sucede, donde cada navidad, fiesta de cumpleaños y cualquier celebración se convierte en la selva donde convivimos niños, jóvenes y adultos.)

La familia entera ha disfrutado desde toda la vida del privilegio de poder bromear con las cosas que nos suceden, de hablar de temas variados sin tener que escandalizarse demasiado y de compartir un sentido del humor muchas veces negro. Nos es posible poder dirigirnos de "Tú" hacia tíos, primos y abuelos, con confianza. Mi abuelo es más bien papá Hugo y al dirigirnos a la menor de las tías hay que usar su nombre y nada más.

Se podría decir que es la familia perfecta.
Claro que siempre hay un algo. Y en nuestro caso me parece que es el escándalo de romper con las tradiciones sacras como el matrimonio y los estilos de vida alternativos. Nunca se escuchó en la familia tema parecido al divorcio o a la vida homosexual, no dentro de la dinastía, lo que hace a mi familia nuclear la primera en plantear el desafío. Mi madre es la mayor, llevó su divorcio de mi padre con el mayor cuidado y discreción posible (cosa extraordinaria que todos los parientes no se enteraran por años de la situación aún cuando vivíamos a espaldas de ellos), al enterarse apoyaron en lo posible, pero cuando se habló de querer casarse de nuevo se desató el drama y las posturas cerradas. Apenas se pudo hacer que mi abuela y mis tíos y tías asistieran al evento (al haberse casado por la iglesia una vez, su segundo matrimonio por el civil no es válido, lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre (a menos que se envíe el caso al Vaticano, acompañado por una jugosa cantidad monetaria para sustentar el proceso)).

Mi abuelo tiene una postura muy conservadora en cuanto a las relaciones, de ahí no se puede mover. Es incontable la cantidad de ocasiones que se le ha escuchado decir cosas como "méndigos maricones".

Es momento de llegar a la casa, con mis hermanos ayudándome y mi madre también (tensos esperando lo peor. Al entrar mi pequeña prima saluda a la desconocida que soy, sin pensar en nada más que la mujer de tacones parada frente a ella. Enseguida su padre, mi tío, saluda y dice buenas tardes con la misma idea que su hija, sin percatarse de nada hasta que mi madre me presenta como "su nueva sobrina", (con ojos analíticos y confundidos: "ah, pues si es éste canijo...y ahora ¿tú qué?") saludo a todos los demás, mi abuelo con sorpresa y confusión, mi abuela me dice "pelón" y mi tía política "hola hijo".

La duda continúa en la cara de mi tío y la festejada hace aparición (pienso en que ahora sí habrá un enorme caos y entonces...) "hola mi vida, ¿este es mi regalo?" me abraza y su voz es dulce, ¡vaya sorpresa! Detrás de ella mi tía la menor, con una enorme sonrisa y un abrazo también "te ves más femenina que yo" y ríe de nuevo.

Pero mi tío continúa con su rostro y ante la inminente reacción mi madre prefiere decir la verdad en torno a mi apariencia "es su proyecto..." El argumento parece tranquilizar a mi tío un poco y pregunta: "¿ya te vas a quitar eso? ya dejaste de grabar ¿no?, ¿quién va a saber?

Mi abuelo se retira discretamente dejando clara su opinión por la situación, se recluye en su cuarto.

La tarde avanza, más invitados y de pronto otro tío llega con su familia, deciden ignorarme con la vista para no tener que hacer frente a nada ahí, mi madre hace de nuevo una intervención y entonces aceptan acercarse.

A partir de entonces mi abuelo se mantiene en su habitación y baja solamente para no ser descortés con el par de sacerdotes que asistieron al evento y para convivir un rato con sus hijos, una vez terminada su comida y retirados los invitados eclesiásticos regresa a reclusión. Se puede decir que mi abuelo peca de presuntuoso con los orgullos logros de sus nietos y sus hijos, ésta vez no fue así, no hubo un "mi hijo está concursando en...", fue notoria su postura y habrá que entenderlo.

Dos ocasiones más escuche el "ya quítate eso, no te están grabando ya" por parte de mi tío, acompañando las oraciones con un golpe en el brazo (como si tratara con su sobrino y no con Sophía), su hermano (el otro tío) acompaña la situación comentando "a ver si no se le hace moretón..." en otro momento me habría parecido el más gracioso comentario y soltaría la carcajada, no hoy.

Con mi abuelita por otro lado siempre he sentido el lazo que se crea al ser el primer nieto y el primero a su cuidado a los primeros días de nacido pues mi madre tenía que ir lejos a trabajar (cosa que no reprocho pues salvó mi vida), yo Sophía no tengo ese lazo y no pudimos desarrollar nada más allá de miradas sonrientes.

Momento de partir, las cosas tranquilas pero del lado equivocado, el ambiente tenso y yo ignorada, nadie en ese momento aceptó el rol que provoca mi imagen, montada en tacones azul marino de tiras, jeans y blusa bordada de Oaxaca, llamándome hijo o Josué cuando fue necesario hacerlo. Es mejor despedirnos. Ambos tíos de mano y con la típica fuerza entre iguales. Sus esposas de lejos un adiós cotidiano y sonriente. Mi abue de beso en la mejilla y un agudo "cuídate mucho" de consejo.

Subir con mi abuelo a despedirme es el último paso, me da la mano y dice "¿ya se van? que les vaya bien..." Aun sin soltar su mano intento acercarme un poco y el lo impide (tratar de entenderlo es mi única opción).

De salida otro par de sonrisas de las tías, un qué bien caminas en esos zancos y un par de risas, pero seguido todo de un "hijo".

A la casa.

Ya en ella me meto en la ropa de alguien cómoda en la tranquilidad del domingo para sentarme a analizarlo todo.

La familia es el primero y el más fuerte de los grupos sociales, donde el rumbo que se ha de tomar en la vida se define y se refuerza, es la fuente directa de las apariencias. El día de hoy me convertí en el maniquí del aparador, en torno al cual todos caminan concentrados directamente en las prendas y no en el material que las soporta.

Adoptar la imagen de mujer, sin que sea biológicamente cierto, tiene un inevitable referente a la vida homosexual, y aunque Josué lo es sin tapujos al respecto, no pretendemos que sea tema de desarrollo en el proyecto; después de todo a Sophía (mujer) le gustan los hombres, lo que técnicamente me hace heterosexual, pero la parte de la familia visitada hoy no evita pensar en ello, como un problema además.

Y aunque les relajó saber que es todo un asunto temporal, les altera pensar en que pueda ser un estilo de vida definitivo que podría no aportar bisnietos de mi parte.

No sé si pueda seguir con todo ésto, al menos no con ellos, habrá que intentarlo una vez más y exigir se dirijan a mí de la forma que mi maquillaje necesita y a partir de ello analizar la situación.

(No volví si no hasta que la acción terminó, volvieron a dirigirme la palabra, pero con sus respectivas reservas)

Proyecto Sophía, día siete. 27 de junio de 2011

El día es nublado y de verano, comenzó una hora más tarde de lo que la alarma del celular pretendía. Me levanto y acudo a mi enemigo el espejo (tenemos una relación de co-dependiente desde hace ya mucho tiempo), decido que por razones de técnicas hoy saldrá el tercero y no Sophía ni Josué (aunque quiera salir no puede, dejo de ser el y no sabe cuándo volverá).

Y es que me miro al espejo sin lograr evadir el reflejo de las marcas rojas que comienzan a invadir mi piel (pequeños cúmulos en poros bloqueados por ponerme la cara de Sophía encima), además de los vellos debajo del mentón, que a Josué le parecen pocos y para mi son más que exageración.

La piel se me irrita fuertemente al tratar de mostrarse rasa cada día.

El dolor es otro factor que se volvió común. Las pequeñas piezas plásticas que hacen que mi nariz se levante ya dejaron cuatro muy molestas heridas dentro de las fosas nasales, a la par del endurecido resto de sangre que surgió mientras dormía al rededor de mis aretes.

La piel debe descansar o no habrá piel con la cual actuar (el cuerpo, como siempre, es lo primero que se rinde y muestra los estragos).

Paso el resto de la mañana con mis amigos Reticuleros (Retícula Endoplasmática hu!), prestando la urgente atención a nuestros proyectos.

Al regresar encuentro a mi madre sentada en la pequeña sala de la casa, sola, cociendo su nueva blusa. Comenzamos a platicar y me cuenta sobre un posible drama con respecto a la reunión familiar del día de ayer (cosa que informaré apenas se tenga certeza del caso). Se prepara para lo peor y me cuenta de dónde echara mano para argumentar cualquier reproche. Su postura es muy clara y valiente (rendirme ahora o en algún momento sería ignorarla, echar a la basura su coraje).

El día continúa y sigo pensando en la familia, en la forma en que cada miembro mantiene en su cabeza la imagen original, la que se encargaron de hacer fuerte una vez sabiendo el veredicto inicial (es un niño! (vaya sentencia)). Recuerdo una de las primeras fotos que hay donde Josué está ya configurado, protegido por la primera marca de su vida: "el color azul" en forma de cobija (escribo ésto y me dan ganas de llorar, ni siquiera estoy seguro del por qué).

Decidí replantearme desde más atrás por medio de esa fotografía y lanzo una pregunta al aire: ¿qué si en lugar del azul el rosa?

Nacemos como un pequeño montón de funciones físicas y químicas, sometidos a los siempre bonitos mamelucos que se compran desde que se sabe del embarazo (siento respeto por las personas que compran muchas cosas de color amarillo, por si acaso falla el pronóstico poder vestir al engendro de forma neutra sin obligar a nadie a nada).

Imagino a mis padres cuando escucharon la antes mencionada sentencia, la cantidad de planes que habrán hecho para compartir nuestras vidas y cuántos de esos planes tendrían al color azul como bandera, como debía ser (más lágrimas en los ojos). Una vez anunciada la noticia los familiares y amigos cercanos a los padres comienzan a tejer y comprarlo todo azul, hay quien se da le lujo de aportar verde y celebrar al nuevo niño.

Mi actual "re-nacimiento" no causó el mismo efecto, ahora es otro el cuento, no surgí mujer por mandato divino si no por decisión propia y ahí es donde la puerca torció el rabo (una frase nada profesional pero ¿cómo no usarla?) No solo estoy retando a un grupo de personas dentro de un grupo más grande, si no que estoy en contra del mismo Dios (¿sí?).

La familia no se escoge (gracias a dios que es así o Los locos Adams, Los Beverly de peralvillo y los Osbourne tendrían más descendencia que Adán y Eva (no se ofenda nadie que es sólo un chiste)).

Aquí sigo.

Proyecto Sophía, día ocho. 28 de junio de 2011

Erase una vez, en el baño de una casa, una persona que sintió calor vespertino y se dio una ducha para refrescarse antes de salir a hacer negocios. Tomó la ropa que se pondría de forma instintiva, entró a la regadera y permitió la caída del agua sobre su cuerpo. Al salir secó los restos con la toalla azul del Barça y se puso el pantalón, pero ¡vaya sorpresa! no era el suyo, o ¿sí? ya no lo reconocía.

Una semana exacta y ya han cambiado tantas cosas en la rutina diaria que todo me parece extraño y tengo los sentimientos en la superficie, tan externos que cualquiera podría leerlos.

Camino con rumbo al autobús que me lleve a la central y seguir con destino a la capital de mi estado, mi lugar de nacimiento.

Espero junto al poste de madera verdosa y a una cuadra se acerca un Tsuru dorado, lo veo de frente y el miedo se siente en la boca del estómago (ese punto me es ya tan familiar...), dentro de el mi padre. Se detiene a la mitad de la calle y puedo distinguir su rostro perfectamente, dirige la mirada hacia mí y de inmediato se da la vuelta, sin haber reconocido a la silueta de cabello negro.

Sigo sin estar lista para enfrentarle. Enseguida el camión se detiene frente a mí para rescatarme del momento. De la puerta de mi casa a la central pude escuchar tres frases: "ay amor...", "adiós muñeca" y "preciosa". Tres muy "halagadores caballeros" que responden directamente al gloss de los labios y al negro de los párpados, no se toman la molestia de hacer nada más que lo que están acostumbrados a hacer, ver y actuar. (¿Qué si una mujer voltea a ver con deseo a un hombre, se aprieta el labio entre los dientes y dice: "muñeco"?, ya veremos...)

Plaza de la paz. A caminar. ¿Qué está pasando? mi paso corre sin problemas, cabeza arriba y pies fluidos, lo hago con tanta comodidad que me sorprende. Siento en el pecho que respiro y sigo adelante (como cuando a propósito Mariana Álvarez y Josué escuchan música en la calle, se lanzan una mirada cómplice y con toda la actitud avanzan al compás de la canción), el destino final es encontrarme con mi hada madrina Areli Vargas Colmenero.

. Una pequeña y productiva charla antes y después de una entrevista que ella consiguió para mi (misma que publicaré pronto). El consejo (equivalente al Salacadula salchicomula bividi bavidi bumbum) "tú adelante, que el arte te sirva de catarsis..." A pesar de estar metida ya en el proceso no lo había considerado así, mi falta de memoria (un asunto real) de pronto impide que encuentre esos términos para explicar las cosas.

En la entrevista recordé a Cosa Raposo y su argumento sobre el por qué de su producción artística, sobre cómo es que la técnica empleada en su producción es directamente proporcional a las necesidades de la idea. Ahora la entiendo del todo y comparto su postura; salí (literalmente) de la postura en una fotografía photoshopeada para irme a la vida real y explotar la idea. Para hacer que la pieza vaya al espectador y se le cuele por donde sea posible.

Proyecto Sophía, días nueve y diez. 29 y 30 de junio de 2011


Tarde como siempre. Josué ha tenido la habilidad de ser "tijera" desde niño, realmente se ha nutrido de criticar todo lo que a su vista se atraviesa. Ahora yo soy objeto de su crítica, soy tan tardada para arreglarme que es ridículo (diría Josué).

Un pequeño vestido rosa, zapatos negros de piso y como accesorios dos horas de inversión.

Calle, camión y unos pasos más para llegar a casa de Mariana y cumplir con nuestro compromiso. Ella tiene la fortuna de estar al frente de un pequeño pero muy productivo grupo de estudiantes, dentro del taller de artes pláticas de la Universidad Tecnológica de León. Su clase del día sería escuchar mi versión verbal acerca del proyecto con mi nombre.

El camino en ese ruidoso y adorable bocho anaranjado se ha vuelto muy productivo, en cada uno de los destinos que hemos podido compartir. Al llegar a nuestro destino una pequeña pausa en el estacionamiento para verificar que todo esté en su lugar. Varias presentaciones de nuevas personas (acompañadas de la ya típica mirada de escrutinio).

Unos minutos de espera y nervios y es momento de continuar con rumbo al salón de proyección.

Me encuentro al frente del grupo, de jóvenes no muy menores a mí y con ojos bien abiertos esperando escucha lo que tengo para decir.
Comencé y ya no pude parar, les explique las cosas por las que he pasado y las que espero pasar, el porqué de las situaciones y de dónde es que salieron. Para cuando había terminado me sentí tan cómoda como es posible, ante personas totalmente desconocidas que de apoco lo saben todo sobre mi.


Esto se ha salido de control. Ahora tengo la posibilidad de hacer que las personas sepan más sobre nuestras vida (sobre mi en realidad).
Ya no puedo decir que este plan nuestro esta limitado a desarrollar un proyecto seleccionado por Arte Shock, ambos nos salimos de lo previsto y estamos exponiendo nuestra vida, más que un performance se ha convertido en una experiencia de vida, ahora lo entiendo del todo.

Una muy productiva ronda de preguntas y mis respuestas aclaran sus dudas a la par de las mías. ¿Por qué Sophía es más segura que Josué?, ¿Que ha sido lo más difícil de afrontar? y hasta ¿Sophía se ha enamorado? Las respuestas ya salen solas. Decidí agregar una más que captó lo último de su atención: ¿Por qué es arte? "es como preguntar porqué es arte una pintura antiquísima de un paisaje, sencillamente estoy cargando mi pieza y llevándola a la calle para que todos la vean y la sientan..." Alguien complementó diciendo "tu cuerpo es tu lienzo...".

Terminé el día como modelo para sus prácticas de dibujo, los tuve enfrente prestando atención a cada una de las partes que me hacen Sophía. Manchas, espacios negativos y líneas sueltas que dieron fe de mi presencia ese día.

Terminé el día con el maquillaje brillando con luz propia y dando un recorrido por cajeros automáticos, viendo cómo los demás automovilistas y compañía nos brindan sus miradas desde lejos y a toda velocidad. Vuelo a casa y registro mi imagen del día.


Décimo día me toca (Josué-tercero extraño) salir a la calle. A pesar de ello las cosas no dejan de suceder.
Varias de las personas que me vieron en el transcurso del día preguntaron por Sophía, y la explicación era la misma: "hoy tengo trabajo y necesito concentrarme en ello, o cuido a Sophía o lo que hago".

Estoy un poco celoso en realidad (¿es eso posible o ya perdí la cordura?) ¿Cuántas veces le preguntaron a Sophía por mi? Pocas.


Llego con mis Amigos Erick y Pablo, organizadores del certamen Miss Gay Guanajuato, para ayudarles con el trabajo. Hace un par de días pude tener una conversación entre Erick, Sophía y yo, las cosas de las que hablamos no debo revelarlas pues logramos entender varias cosas de forma muy personal, pero la conclusión es pública y a todos nos interesa: somos, y estamos cómodos con ello, y hay que luchar por seguir así.

Un largo día de muy buenos conceptos y de compartir experiencias, risas y de "comer gente” con pay de queso.
En el transcurso me di cuenta de otra cosa (vivo muchas cosas sin que me caiga el veinte de lo que pasa hasta que algo práctico me lo muestra de golpe), en uno momento del día Pablo comentó "como dice la Sophi, (no sé quién) está en el limbo"; noté que ella nunca se lo comentó realmente si no que él lo leyó en éstas publicaciones. Sophía se convirtió en una persona pública.

Y hablando de publicidades
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Lo sé, es uno de los objetivos y ya antes me lo habían dicho, pero hasta ahora llego a notar un poco el alcance que se puede lograr.

Al final del día, cansado, a dormir.

Proyecto Sophía, día quince. 5 de julio de 2011

Después de un fin de descanso regreso a mi ciudad natal.

La reunión se acordó por la tarde y así fue. Arribo, y como siempre nos damos un abrazo, de eso que realmente se sienten.
Erick y Pablo (o Erika y Paulina cuando el cabello largo se apodera de ellos) han resultado ser un par inesperado en muchas situaciones. Ambos son responsables, por decisión propia, de una difícil y menospreciada tarea: embellecer a la personas (estoy imaginando la cara de los que leen mis palabras, calificándolas de tontas a partir de éste momento).

Hay cientos de programas televisivos (y copias de la copia, de la copia, con menos presupuesto) donde toman a un humano "desprolijo" para cortarle el cabello, cambiar el color de cabello y darle el presupuesto para comprar nuevas prendas y seguir sumando aliados a las filas de la belleza (lo sé, lo sé). Y por qué mencionarlos, porque es algo que sucede todos los días sin una cámara registrándolo, y los dos personajes de los que hablo son parte de ello.

Los estilistas (no los mismos a los que se hacen referencia cientos de libros en la escuela de artes visuales) son otro tipo de creadores que van de la mano (¿haciendo rondas?) con el momento espacial-temporal, de todos los momentos, dando puntos d partida a la par de testimonios del "cómo" vivir las apariencias. (Igual que en el sistema del arte (y muchos otros), están los que proponen y los que siguen la tendencia).

La tarde pasa lenta y tranquila, actualizando los detalles de la sub -escena guanajuatense (una muy densa y enredada).
De pronto llega al lugar una mujer con su hija, para replantear su aspecto con castaño y beige en su cabello uñas plateadas decoradas con uvas. Me siento cerca y soy la testigo del proceso.

En algún momento el lugar se convirtió en la sala de operación y la mujer es anestesiada (contando del diez al uno) con la promesa del resultado final. Tres personas a su alrededor, una encargada de las manos y dos de su cabeza, la fuerte luz de una lámpara, batas y químicos con el sonido de un pequeño taladro de fondo. De pronto, mientras las esculturas en los extremos de sus dedos comienzan a cobrar vida, la pequeña niña comienza a llorar tomando a todos por sorpresa. La paciente (su madre) intenta averiguar el por qué pero la niña no deja de gritar-llorar, buscamos al rededor rastros de algo que la haya lastimado, pero nada. Por fin la niña se controla un poco y nos aclara la duda entre sollozos: "¡Están feas!".

Qué habrá sentido la niña de presenciar el proceso de las nuevas uñas de su madre que no le bastó con juzgarlas como feas, si no que necesitó llegar a ese extremo para demostrarlo. Acaso ella, reciente en el juego de la vista y los procesos de embellecimiento, ¿pudo notar algo que nosotros no? Quizá el ver cómo una pequeña masa plástica con olor penetrante se endurecía sobre las uñas talladas de su madre fue demasiado para ella (igual que me retuerzo al ver en televisión cómo levantan la piel del pecho para introducir un implante mamario).

La niña ya no pudo recuperarse y se mantuvo así, llorando y gimiendo con la esperanza de que la escucharan y detuvieran el proceso. La mujer prefirió llamar a alguien para que se llevara a la niña y seguir con su objetivo, ante tal acción la pequeña gritó "¡¡¡¡están feas!!!!" y momentos después fue retirada de ahí.

Más tarde es mi turno. Un pequeño vestido café con manchas beige, zapatos de tacón corrido (apto para las calles irregulares de Guanajuato) y mi cabello negro. Pero ésta vez los estilistas harán el resto.

Tres pares de medias color piel y mi cuerpo luce diferente, las caderas resaltadas, como lo hemos hecho una y otra vez desde el principio de los tiempos (la cadera es el recinto y el punto de fuga para la procreación y el morbo), ya con estructuras metálicas o con esculturas voluptuosas.

El vestido tomó vida propia.
Después: dos cigarros entre pincel y pincel, sombras claras y oscuras en los lugares correctos y Erick me hizo una rinoplastia y le dio forma a los ojos que me correspondían (es increíble lo que las pestañas hacen por mi). A la calle.

Llego tarde (vaya sorpresa) y me encuentro ante la producción fotográfica de Romualdo García y de otros productores de imágenes convocados por un homenaje al primero. El rito de la inauguración (otro lugar para ver y ser vistos) tiene a las personas dentro del museo. Saludos y besos con los conocidos y voy directamente con las amigas.

Recorro la exposición y me apropio de lo que me corresponde. Descubro de contrabando las miradas obvias de los ahí reunidos pero ya no me provocan lo mismo, ahora me muestro como debe ser.

Hacia el final de la noche platico con Areli Vargas, Claudia Ornelas y Doris Zendejas sobre los pormenores y los futuros planes (Próximamente publicaré un plática muy productiva que tuve con Doris).
Al calor de la plática se acercan tres hombres, cada uno aportando lo que sabe acerca del homenajeado y comentan el suceso del día.

De pronto mi cadera hace efecto.

El personaje que se acercó segundo me toma del brazo, sutilmente lo acaricia (en realidad descaradamente) mientras me explica de cerca el sentido de su último comentario. Me suelta y la plática sigue. En seguida toma de nuevo mi brazo, ahora es oficial. La plática llega a su fin y Areli menciona que es hora de irnos y momento justo para despedirnos. Mano y beso a los otros dos señores (mucho gusto-igualmente) y llega el turno del sujeto en cuestión: "Un placer conocerte, de verdad un gusto" toma mi mano delicadamente haciendo notar sus intenciones y firma sus declaraciones con beso, plantando a todo lo largo y ancho sus labios sobre mi mejilla. Bendita cadera.

Me alejo con las chicas y volteo para un último adiós general y nuestras miradas conectan nuevamente, él dice: "espero volver a verte", "ojalá" respondí con una pequeña sonrisa de ingenua pretenciosa.

¡Qué sorpresa! entre nosotras comentamos al abandonar el recinto. Un hombre ya mayor reacciona completamente ante las manchas beige del vestido y el cuerpo que las soportan.

Vuelvo al "taller" de mis amigos y continuamos la plática. Pablo mientras tanto decora y encapsula las uñas que me pusiera más temprano. Erika se maquilla y hace espectáculo, una noche perfecta.
A dormir y seguir pensando.

Proyecto Sophía, día dieciséis. 6 de julio de 2011

Sólo tres horas de sueño en un par de sillones cafés en el taller-estética Glitter (dormí tan pronto me acosté, fue una noche cómoda y rápida).

Desperté para acompañar a los "restauradores" a una cita de trabajo, ellos con su cabello de color brillante y sus playeras estampadas, yo con la camisa negra deslavada y uñas de acrílico decoradas con puntos blancos y negros (bolitas es lo de hoy dicen por ahí). Soy el tercero sin nombre cuando me veo al espejo y detecto los aretes (de oro (aunque la jaula sea de oro...), que no debo quitarme hasta que cicatrice la herida) y mi cabeza con el cabello un poco más crecido, pero para Erick y Pablo siempre he sido Sophía, con o sin cabello largo, así que salimos de la estética sintiéndome ella (o ¿yo?).

Ya en el lugar arreglaron a su clienta con la rapidez y maestría de siempre, así que pronto nos dirigimos al nuevo destino: el centro de la ciudad.

Erick(a) y una llamada a "la comadre". Poco después estamos sentados al pie de la ventana de un restaurante. Es mi primera vez ahí (es mi primera vez en todos lados en realidad), en la mesa esperando a que la anfitriona se siente con nosotros.

No sé cuanto tiempo transcurrió en el lugar, pero fue el suficiente para cambiar mi perspectiva sobre ella.

Yaratzel Sodi es su nombre actual (en realidad el anterior no importa ahora) y es difícil evitar hablar de ella (eso han demostrado algunos). De verdad puedo decir que cambió mi perspectiva de muchas cosas, pues el drama que me he creado podría quedarle flojo a ella (y a cientos de mujeres en realidad).

Pero es necesario volver un poco en el tiempo (bendita memoria) para explicar la situación.

La conocí una tarde en la reunión de las candidatas al certamen Miss Gay Guanajuato en la edición de 2010. Ella y yo tenemos una estatura similar, por lo que en la coreografía que montaríamos en ese momento debíamos estar al frente, en ese momento quedó asentada nuestra rivalidad en la competencia.

"Yo tengo cuerpo de mujer y ella de puberta" fue el primer comentario que supe respecto a su opinión de mí, lo que tomé como una declaración formal (muy simpática en realidad) de guerra por la corona. A partir de entonces coloqué mi barrera para mantenerme segura en lo mío. Al final ni ella ni yo ganamos, pero ambas mostramos de lo que estamos hechas.

Yara y Sophía. Fotografía de Berenice Arnold

El tiempo pasó y un año después volvemos a encontrarnos.

El día de hoy es una persona a quien respeto mucho, lleva la gerencia de un restaurante ubicado en el centro de Guanajuato, lo que me hace retractarme de lo que escribí hace un tiempo en un pequeño artículo (de nuevo especulando del ambiente en general), donde asumo que no encontramos a las "auto-declaradas" mujeres en un sitio que no sea el del espectáculo nocturno (un ambiente que tampoco es fácil de llevar pero sí más socorrido, es un lugar seguro para nosotras).

Ha pasado de todo y surcado cientos de problemas, por lo que su actitud y personalidad la hicieron una persona fuerte, con todo un historial propio que la despejó de ser sólo un personaje de su invención para ser una persona "real" (las comillas no son porque no lo crea, si no porque lo real siempre es relativo, pero un concepto universal al fin) lo que me hace verla hacia arriba.

Un par de acciones propias y una actitud decidida han ayudado a que el cuerpo sea el que ella quiere, varios cientos de atuendos muy bien definidos le han dado vida a la cara externa y ambas cosas esculpen a Yaratzel Sodi.


Ahora, después de haber escuchado atenta lo que ella piensa de la vida, de su vida, puedo asegurar que dejó de ser la competencia en Miss Gay para convertirse en co protagonista-ejemplo-amiga en este otro escenario, sin bambalinas ni luces dirigidas.

Vuelvo a casa en el autobús y las personas voltean dos veces una vez que se percatan de mi presencia, esas uñas blancas no pertenecen al pantalón y los tenis. Vuelvo a sentir inseguridad y las escondo en mis puños. Ya en león, rumbo a mi casa, me siento junto a un muchacho que lanzaba las señales precisas, pero sin cabello y uñas largas no pude hacerle frente, en ese momento soy el tercero y no tengo algo si no sudor, hambre y cansancio.

En casa ganó la pesadumbre del cuerpo y me senté a hacer nada. Dejé encerrados a Josué y Sophía hasta nuevo aviso.

Proyecto Sophía, día diecisiete. 8 de julio de 2011


Ya no hay nada en el refrigerador o en la alacena que se pueda combinar para una comida decente, por lo que es momento de ir al supermercado.

Vestido rojo y tacones azules.

No, mejor repito atuendo (da igual, a donde voy nadie me ha visto así (ya sé lo mismo has dicho varias veces)). Jeans y blusa verde, pero para darle un toque diferente unas justas botas beige (justas porque a duras penas entra mi pie), tacón pequeño, lo suficientemente cómodo para cargar las bolsas.

Mi hermana me acompaña.

He notado un extraño efecto en las personas que están a mí alrededor, mujeres sobre todo, pero hablaré de ello después. (Y es que mi hermana suele preocuparse y prepararse "aparentemente" por horas cuando saldrá a la calle a ver a sus amigos o al ir a la escuela, pero no demasiado cuando va al "mandado". Un poco raro que ésta vez lo haga.)

Llegamos y hay que ir al cajero automático para retirar y hacer las compras. Introduzco la tarjeta y el bendito cajero decide tragársela y no devolverla, argumentando que está caduca y es necesario reponerla.
Debo entrar al banco y averiguar con alguien, pero tengo un pequeño problema.

Toda la vida Josué ha sido vulnerable a sentirse culpable cuando no tendría por qué (me contó que en la primaria, cuando a otro compañero se le "perdía" algo en el salón y la maestra preguntaba quién lo tenía, el entraba en pánico y temía que ese algo apareciera en su mochila sin haber visto siquiera el objeto perdido. O siente la tensión al estar en un sitio en el que la forma de actuar corporalmente puede prestarse a malos entendidos; el banco es uno de esos.) Y me lo ha contagiado un poco.

Entro al banco y de inmediato las miradas de las personas, fastidiadas por esperar en la fila, antes ocupados con el monitor sobre a las cajas que les indicaba lo que el destino les depara. No sé qué hacer y decido esperar a que una señorita termine sus preguntas al fondo del lugar. Comienzo a sudar (siento que el vigilante del circuito de video me detecta y presta atención especial, capturando mi imagen en una borrosa fotografía por si acaso me dispongo a cometer un atraco. Hoy en día todo es posible y hay que sospechar de toda apariencia extraña), saco de mi bolsa un pañuelo desechable, asegurándome de que sea obvio lo que es, para secar mis mejillas.

Por fin es mi turno de preguntar. Obtengo la respuesta amablemente por la señorita del escritorio y me dirijo a las filas de espera. En ella un sujeto me ve de frente, sin preocuparse por nada más que su necesidad de descifrar mi apariencia, fijo, lo enfrento con la mirada y se voltea, pero retorna al minuto, ésta vez mi mirada no funciona y se endereza hasta que lo logra (o se aburre).

Ventanilla tres, identificación oficial de mi hermana, un firma y está listo. Cajero, "retire el efectivo" y a la tienda.

Con el carrito en las manos y al frente comienzo a caminar con dificultad. Dicen que es bueno ponerse en los zapatos de los demás de vez en cuando, pero no lo es caminar literalmente en los zapatos de alguien quien además calza un punto menos. (Todo sea por el glamour).

Leche deslactosada light (marca alternativa que además etiqueta pañales y herramientas (¿es eso confiable?), queso panela (de la doble nota musical que está en boca de todos), jamón de pavo (del que hace sonreír y cantar a los niños), cereal (del tigre que hacer ejercicio), pan de caja (del oso blanco que habla) y muchas otras etiquetas entran de apoco en la canasta con ruedas.

Es imposible salir de la trampa que nos tienden los amigables personajes y las bondades de los alimentos, albergados al mismo tiempo por una señora en traje de luchador que golpea símbolos amarillos, por un hombre calvo que cada año encuentra la forma de deshacerse de lo viejo y por una cara feliz amarilla con manos que cambia los precios (que seguro no es retrato de su trabajadores).

Para mi es el lugar perfecto para ser, un producto entre productos, la diferencia es que mi estantería es un poco más grande y no necesito un eslogan escrito para venderme (el mío es visual).

No soporto más las botas.

Ya en la fila es momento de pagar. "¿encontró lo que buscaba?" sí, y supongo que su empresa también (bip, bip, bip, bip). Bolsas plásticas que prometen bio-degradarse pronto albergan a las marcas que nos alimentarán.

Camino con gran parte del peso tirando de mis brazos y eso se vuelve una tortura, las tres cuadras más dolorosas para mis pies en la historia de la humanidad. Por fin llego donde mi amiga Álvarez a comer sushi y actualizar información. Para mi tropical.

Es hora de volver a casa.

Saldo final: la alacena llena (gracias a Dios) y los dedos de los pies con una capa de piel menos.