jueves, 27 de octubre de 2011

Proyecto Sophía, día dos. 22 de junio de 2011





Por la mañana me levanto para darme un baño.

Al salir me veo al espejo y estoy en el limbo. Restos de delineador fundido en mis párpados, aretes y cabeza rapada; ¡no soy yo ni ella! Es un tercer personaje que no esperaba encontrar, uno con más conflictos y cosas en las cuales pensar, el moderador si se permite la analogía (estoy escribiendo ésto y mi cabeza duele un poco, a la par con mi estómago, como si hubiese hecho algo por lo cual sentir culpa). Pienso en lo que sucedió el día anterior. Siento repulsión por lo que veo en el espejo y vuelvo a Sophía.

Primer día de dieta (cereal y un pecaminoso taco, para mantenerme en éste punto estructural, tema que trataré después).

Minutos más tarde retomo los hechos al platicar con Alejandro y me reencuentro con la aparición de un elemento que me atrae: "la pasarela". El sistema de la moda se encargó de fundar su "ceremonia" para lanzar creaciones y tiene fe en su propia trinidad: El branding*, la pasarela y el aparador. Las tres con el objetivo de seducir y atrapar la más amplia gama de feligreses.

Y es que el día de ayer realicé tres pasarelas, dos de ellas no programadas, las más difíciles. Una al salir a la calle por primera vez luciendo como una chica en un día ordinario, con blusa, jeans y tenis en una calle común (miradas y reacciones que quizá sentí graves por mi inseguridad), que es después de todo la tarima más amplia del mundo, a la que todos nos sometemos.

La segunda en el transporte público (¡la bajada es por atrás!) de mi asiento a la salida noto la mirada de un hombre que, después del primer vistazo, confirma frunciendo el ceño si lo que vio es real. Estamos caminando todo el tiempo entre la mirada de las personas, sin que el público esté interesado específicamente en las prendas y el querer conseguirlas, si no de forma automática para actuar y proyectar sus deseos.

El día corre cotidiano en casa (aún ciertas inseguridades familiares), pero decorando mis uñas, pintando en un pequeño lienzo que tiene su propia connotación; acto generalmente "permitido" a las mujeres. Las garras de otras especies son herramienta básica para vivir, en los humanos da un paso (¿adelante?) y se vuelven otro pretexto para llamar la atención, para apoyar el espectáculo que es vivir. De pronto da lo mismo el largo de éstas, pero es el permitirse darles color lo que importa (color rosa y puntas negras para hoy).

La tarde acaba y es momento de cumplir con la cita del día. Salgo con mi amiga y colega Mariana Álvarez y su familia y amigos. La plática amena y me preguntan sobre mi proyecto, les cuento.
Escucho inseguridades similares por parte de las asistentes a la reunión, todas dependientes del vestir, si están sobre arregladas o no y si la gente en la calle lo nota, el vestirse en función de los demás nuevamente hace aparición. Los hombres por su parte deciden entrar en la dinámica, con sus respectivas reservas, y continuar con la plática.

La pregunta obligada: "y ¿sí estás todo el día así?" Tengo qué, ¡esa es la idea! de lo contrario falla todo, la pieza no se cumple y no avanza, no avanzo.

De regreso a la casa paso con más confianza (blusón y medias negras, anillo brillante y zapatos de tacón pequeño, pero lo importante no es la altura si no lo incómodos que se volvieron, provocando que mi meñique del pie derecho se "pelara" al paso), a la mitad me encuentro con mi madre, Alejandro y mi hermana, cuento cómo estuvo la reunión.

Ya en casa tomar la foto del día, ver la tele un poco y reportar todo.

Hora de demaquillar, colocar la cabellera junto a la cama y volver al limbo, hasta mañana!


*estrategias de estudio de mercado que permite la difusión de las marcas.

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