jueves, 27 de octubre de 2011

Proyecto Sophía, día dieciséis. 6 de julio de 2011

Sólo tres horas de sueño en un par de sillones cafés en el taller-estética Glitter (dormí tan pronto me acosté, fue una noche cómoda y rápida).

Desperté para acompañar a los "restauradores" a una cita de trabajo, ellos con su cabello de color brillante y sus playeras estampadas, yo con la camisa negra deslavada y uñas de acrílico decoradas con puntos blancos y negros (bolitas es lo de hoy dicen por ahí). Soy el tercero sin nombre cuando me veo al espejo y detecto los aretes (de oro (aunque la jaula sea de oro...), que no debo quitarme hasta que cicatrice la herida) y mi cabeza con el cabello un poco más crecido, pero para Erick y Pablo siempre he sido Sophía, con o sin cabello largo, así que salimos de la estética sintiéndome ella (o ¿yo?).

Ya en el lugar arreglaron a su clienta con la rapidez y maestría de siempre, así que pronto nos dirigimos al nuevo destino: el centro de la ciudad.

Erick(a) y una llamada a "la comadre". Poco después estamos sentados al pie de la ventana de un restaurante. Es mi primera vez ahí (es mi primera vez en todos lados en realidad), en la mesa esperando a que la anfitriona se siente con nosotros.

No sé cuanto tiempo transcurrió en el lugar, pero fue el suficiente para cambiar mi perspectiva sobre ella.

Yaratzel Sodi es su nombre actual (en realidad el anterior no importa ahora) y es difícil evitar hablar de ella (eso han demostrado algunos). De verdad puedo decir que cambió mi perspectiva de muchas cosas, pues el drama que me he creado podría quedarle flojo a ella (y a cientos de mujeres en realidad).

Pero es necesario volver un poco en el tiempo (bendita memoria) para explicar la situación.

La conocí una tarde en la reunión de las candidatas al certamen Miss Gay Guanajuato en la edición de 2010. Ella y yo tenemos una estatura similar, por lo que en la coreografía que montaríamos en ese momento debíamos estar al frente, en ese momento quedó asentada nuestra rivalidad en la competencia.

"Yo tengo cuerpo de mujer y ella de puberta" fue el primer comentario que supe respecto a su opinión de mí, lo que tomé como una declaración formal (muy simpática en realidad) de guerra por la corona. A partir de entonces coloqué mi barrera para mantenerme segura en lo mío. Al final ni ella ni yo ganamos, pero ambas mostramos de lo que estamos hechas.

Yara y Sophía. Fotografía de Berenice Arnold

El tiempo pasó y un año después volvemos a encontrarnos.

El día de hoy es una persona a quien respeto mucho, lleva la gerencia de un restaurante ubicado en el centro de Guanajuato, lo que me hace retractarme de lo que escribí hace un tiempo en un pequeño artículo (de nuevo especulando del ambiente en general), donde asumo que no encontramos a las "auto-declaradas" mujeres en un sitio que no sea el del espectáculo nocturno (un ambiente que tampoco es fácil de llevar pero sí más socorrido, es un lugar seguro para nosotras).

Ha pasado de todo y surcado cientos de problemas, por lo que su actitud y personalidad la hicieron una persona fuerte, con todo un historial propio que la despejó de ser sólo un personaje de su invención para ser una persona "real" (las comillas no son porque no lo crea, si no porque lo real siempre es relativo, pero un concepto universal al fin) lo que me hace verla hacia arriba.

Un par de acciones propias y una actitud decidida han ayudado a que el cuerpo sea el que ella quiere, varios cientos de atuendos muy bien definidos le han dado vida a la cara externa y ambas cosas esculpen a Yaratzel Sodi.


Ahora, después de haber escuchado atenta lo que ella piensa de la vida, de su vida, puedo asegurar que dejó de ser la competencia en Miss Gay para convertirse en co protagonista-ejemplo-amiga en este otro escenario, sin bambalinas ni luces dirigidas.

Vuelvo a casa en el autobús y las personas voltean dos veces una vez que se percatan de mi presencia, esas uñas blancas no pertenecen al pantalón y los tenis. Vuelvo a sentir inseguridad y las escondo en mis puños. Ya en león, rumbo a mi casa, me siento junto a un muchacho que lanzaba las señales precisas, pero sin cabello y uñas largas no pude hacerle frente, en ese momento soy el tercero y no tengo algo si no sudor, hambre y cansancio.

En casa ganó la pesadumbre del cuerpo y me senté a hacer nada. Dejé encerrados a Josué y Sophía hasta nuevo aviso.

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