jueves, 27 de octubre de 2011

Proyecto Sophía, día uno. 21 de junio de 2011

León, Guanajuato; 6:30 horas: no tengo ganas de levantarme, como cada día desde hace tiempo, pero hoy es más que necesario.

8:00 horas y un último repaso mental antes de salir de casa (lo tengo todo en la maleta, dinero, celular, listo...), persignarme al cruzar la puerta y comienza el trayecto, pensando en cómo luzco y cómo camino: moviendo los brazos y brincando un poco a cada paso, naturalmente, sin presiones (me preocupan varias cosas pero prefiero no pensar en ello).

Ha pasado hora y media y ahora estoy parado dentro de "la gran caja blanca", con la postura y el silencio que siempre exige el lugar. Los muros y pisos soportan las variadas ideas y perspectivas de personas cercanas, artistas todos, lo que lo hace el lugar perfecto para empezar; la idea básica es resurgir y la galería se convierte en la sala de parto, rodeada de pequeños que lloran y exigen atención. Comienzo a sentir lo mismo de siempre en la boca del estomago (¿Está gritando?).

Llegó el equipo de Arte Shock e invadió el espacio con ojos, lentes y luces. Está todo listo.

Arriban los testigos, familia y amigos, les doy la bienvenida que es al mismo tiempo despedida. Corre el video, me deshago de mi ropa y la lanzo al cúmulo de los despojos ideológicos, máscaras gastadas.

Cortar mi cabello, violentar la piel para quitarle el vello (¿Curtirla?), base, ojos, pómulos y labios, perforar las orejas y colocar el nuevo cabello, un vestido plástico amarillo (¿Qué sería del mundo sin un pequeño vestido amarillo?). El resultado: una saludable "mujercita" de 1.70 de largo (10 de ellos gracias al calzado) y 52 kilos. Abrazo a mi madre.

Comenzamos.

Salir a la vida real nunca fue tan extraño. Son las primeras horas de la tarde y comparto el espacio con nuevas personas que me cuentan de sus vidas y experiencias, los primeros que conviven conmigo en éste nuevo segmento. Risas, anécdotas y críticas saludables pero es hora de partir.

Ya sola me es difícil caminar, sentir el escrutinio de las personas ajenas a mi, que no saben nada más que lo que leen en mi atuendo, me ven y desechan tan pronto he pasado. Ahora es momento de pensar en mis pasos, mover la cadera un poco, enderezar la espalda y cuidar no parecer vulgar (¿Por qué preocuparse por ello?).

Tengo miedo, es la primera vez que me alejo de mi escenario y entro en el de los demás, para desarrollar mi papel que es más bien mi nueva forma de vida; no hay telón ni música de fondo para hacer playback o lentejuelas que brillan con las luces de colores, no es mi objetivo. Pretendo ver la vida desde otro punto y ya lo hago, desde un sitio en que debo conservar una postura y esperar que los demás la comprendan para poder entrar al juego, al de las miradas y los prejuicios visuales. A ver y ser vista.

Ya es de noche y vuelvo a casa, tomo un respiro antes de entrar, brinco dentro.

Mi hermano está en el sillón de siempre pero su mirada no es la usual, (cara en pausa, mezcla de desconcierto y ligero rechazo a la nueva imagen, como cuando nos ofrecen probar algo nuevo que no parece comestible). ¿Tú qué? pregunta. (¿Yo qué?).

Mi hermana llega a la sala y parece haber ensayado la expresión con mi hermano, es la misma. Plática para actualizarnos todos juntos, tomar la foto del día y a dormir.

Mañana otra acción.

Proyecto Sophía, día dos. 22 de junio de 2011





Por la mañana me levanto para darme un baño.

Al salir me veo al espejo y estoy en el limbo. Restos de delineador fundido en mis párpados, aretes y cabeza rapada; ¡no soy yo ni ella! Es un tercer personaje que no esperaba encontrar, uno con más conflictos y cosas en las cuales pensar, el moderador si se permite la analogía (estoy escribiendo ésto y mi cabeza duele un poco, a la par con mi estómago, como si hubiese hecho algo por lo cual sentir culpa). Pienso en lo que sucedió el día anterior. Siento repulsión por lo que veo en el espejo y vuelvo a Sophía.

Primer día de dieta (cereal y un pecaminoso taco, para mantenerme en éste punto estructural, tema que trataré después).

Minutos más tarde retomo los hechos al platicar con Alejandro y me reencuentro con la aparición de un elemento que me atrae: "la pasarela". El sistema de la moda se encargó de fundar su "ceremonia" para lanzar creaciones y tiene fe en su propia trinidad: El branding*, la pasarela y el aparador. Las tres con el objetivo de seducir y atrapar la más amplia gama de feligreses.

Y es que el día de ayer realicé tres pasarelas, dos de ellas no programadas, las más difíciles. Una al salir a la calle por primera vez luciendo como una chica en un día ordinario, con blusa, jeans y tenis en una calle común (miradas y reacciones que quizá sentí graves por mi inseguridad), que es después de todo la tarima más amplia del mundo, a la que todos nos sometemos.

La segunda en el transporte público (¡la bajada es por atrás!) de mi asiento a la salida noto la mirada de un hombre que, después del primer vistazo, confirma frunciendo el ceño si lo que vio es real. Estamos caminando todo el tiempo entre la mirada de las personas, sin que el público esté interesado específicamente en las prendas y el querer conseguirlas, si no de forma automática para actuar y proyectar sus deseos.

El día corre cotidiano en casa (aún ciertas inseguridades familiares), pero decorando mis uñas, pintando en un pequeño lienzo que tiene su propia connotación; acto generalmente "permitido" a las mujeres. Las garras de otras especies son herramienta básica para vivir, en los humanos da un paso (¿adelante?) y se vuelven otro pretexto para llamar la atención, para apoyar el espectáculo que es vivir. De pronto da lo mismo el largo de éstas, pero es el permitirse darles color lo que importa (color rosa y puntas negras para hoy).

La tarde acaba y es momento de cumplir con la cita del día. Salgo con mi amiga y colega Mariana Álvarez y su familia y amigos. La plática amena y me preguntan sobre mi proyecto, les cuento.
Escucho inseguridades similares por parte de las asistentes a la reunión, todas dependientes del vestir, si están sobre arregladas o no y si la gente en la calle lo nota, el vestirse en función de los demás nuevamente hace aparición. Los hombres por su parte deciden entrar en la dinámica, con sus respectivas reservas, y continuar con la plática.

La pregunta obligada: "y ¿sí estás todo el día así?" Tengo qué, ¡esa es la idea! de lo contrario falla todo, la pieza no se cumple y no avanza, no avanzo.

De regreso a la casa paso con más confianza (blusón y medias negras, anillo brillante y zapatos de tacón pequeño, pero lo importante no es la altura si no lo incómodos que se volvieron, provocando que mi meñique del pie derecho se "pelara" al paso), a la mitad me encuentro con mi madre, Alejandro y mi hermana, cuento cómo estuvo la reunión.

Ya en casa tomar la foto del día, ver la tele un poco y reportar todo.

Hora de demaquillar, colocar la cabellera junto a la cama y volver al limbo, hasta mañana!


*estrategias de estudio de mercado que permite la difusión de las marcas.

Proyecto Sophía, día tres. 23 de junio de 2011

Ésta vez me levanto temprano, ante la molestia del lóbulo derecho que me duele (perforé mis orejas durante el performance con manos temblorosas. Es parte de los rituales iniciales a los que sometemos a nuestras crías para encaminarle por su sendero eterno, (primer sometimiento al dolor de parecer)).

Ignorar el dolor y enfrentarme al espejo otra vez. Eterna batalla (según los cuentos de la historia es una que acaso perdimos desde el principio, al entregar los objetos dorados que podíamos adorar a cambio de objetos para adorarnos a nosotros mismos). Cabello, ojos y un poco de atención a los labios, vestido color rosa y tacones azules.

¿A dónde vas? preguntan mi madre y mi hermana, a ningún lado es la respuesta. Estoy en casa y por un momento la forma de vestirme es para mí, para creer mi propia historia.

Todos salieron de casa para continuar con sus vidas y yo me quedo sola.
Sentada en el sofá verde de la sala me descubro in fraganti con las piernas abiertas, me apena el descuido y las regreso a la postura sólida y estrecha que deben tener. "Abrir las piernas" puede ser una de las oraciones más significativas y descriptivas del orden de los roles en nuestra sociedad. Es una provocación, una invitación y una ofensa; en los hombres una postura "requerida" para la comodidad y muchas veces para la presunción, y en mi una referencia directa a Sharon Stone con sus Bajos instintos.

Molestia en la misma oreja.

Noche de chicas, jueves por la noche y el bar de siempre, pero no soy lo de siempre. Mi primera preocupación ya no es el cómo llegar al lugar ("el transporte público no me vencerá hoy" es la frase del día), si no la entrada al sitio. Josué es alguien a quien a sus 24 años le piden la credencial de elector para dar acceso a los sitios adultos. Yo luzco mayor que el, pero aun así temo me pidan una identificación. No tengo una.

Otro juicio visual.

Antes de partir una ducha, el calor lo exige. De nuevo mi cuerpo desnudo me hace volver al tercero en discordia. Es mi ello si nos ponemos a comparar; el cuerpo expuesto, visceral, delicado y sucio. Mantiene un mismo ciclo que promovemos. Le tememos al cuerpo y por eso lo cubrimos, para ser más que un saco de piel e instintos denominado humano. Nos convertimos en meta seres al ponernos la ropa compatible con cualquier rol social.

Otro atuendo (adecuado para la noche): jeans, blusa estampada y anillo gigante. Por último 12 centímetros de color rojo para caminar más alta. Salgo a la calle y hago mi nueva y habitual caminata. Es tarde para la cita así que un taxi será, que como siempre, tarda en pasar cuando se necesita.

Mientras espero suceden las miradas y de pronto frente a mi un auto pasa lento y repentino. Hay un hombre dentro, alrededor de 40 años y una sonrisa amistosa en el rostro (le devuelvo el gesto motivada por los nervios). Se detiene un par de metros más adelante. Sigo a la espera del taxi haciendo repetidas revisiones a mis espaldas, el auto y su dueño siguen ahí, viendo por el retrovisor. Última mirada y el me hace una seña (ven), me volteo penando en las posibilidades y de inmediato resuelvo que no es el momento (¿necesito un arma?) el taxi llega cual milagro y lo abordo. ¿Cuál sería el

objetivo del sujeto? Supongo que en cualquier situación no es muy saludable subir al auto de un desconocido (cuando el objetivo no es ese), así que me quedaré con las conjeturas básicas.

Llegué a mi destino y al pagar el chofer me alegra el momento con su respuesta a mí muchas gracias: "de nada güerita".

Entro al bar y ésta vez no lo imaginé. El guardia de la entrada me recibe y sin solicitar mi credencial me da la bienvenida (bienvenida señorita, ¿ya la esperan? no.), entro directamente a la zona de siempre, el lugar tiene varias mesas llenas a las que decidí darles la espalda. Debía esperar a las otras chicas y mi seguridad no era la mejor.

Primer mesero (ya verán el motivo de enumerar): Buenas noches, ¿le sirvo algo? acompañado de una mirada con los ojos tan abiertos como es posible y tres segundos fijos en mi rostro, ante mi respuesta se aleja de inmediato.

Sigo esperando con pop en español noventero, de mis tiempos.
Segundo mesero y mirada disimulada: Buenas noches señorita, ¿desea ordenar

algo? (repito la respuesta: no gracias, espero a unas amigas).
Tercer mesero, más descarado, ni siquiera me pregunta algo, hace como que limpia la

mesa ya limpia, me ve y se retira.

Cuarto mesero, se acerca a un metro, voltea a verme y se va con rumbo a las mesas contiguas, mismas que están vacías y no necesitan de ninguna atención, al notarlo regresa a la barra. Al parecer el primer mesero se encargó de promulgar mi llegada y todos debieron ser partícipes. A Josué, la última vez que acudió a ese bar, escasamente se le acercó un mesero en un lapso de 10 minutos a su llegada.

Por fin mis amigas Adriana y Araceli llegaron, con sus respectivas reservas. Ahora sí ordenamos y es el segundo mesero quien se encarga de tomarla. Es jueves de coctel al 2 x 1. Piñas coladas Alexander para mí.

Araceli al arribar decidió evadir la mirada al llegar, no se acostumbraba a la idea. Adriana por su parte me hizo varias preguntas de la situación, y al ver a los comensales de frente, fue testigo e informante de las miradas. Ella se preguntó si al llegar conmigo los demás dudarían de su carácter de mujer (¿o dudarían de el mío?, cualquiera que fuera). La plática surgió fluida, con los acontecimientos más recientes en torno a los hombres y sus encuentros, perspectivas, teorías y decepciones. Todos los hombres son iguales.

Quinto mesero y su mirada, ya típica a través de los anteojos, nos trae la primera ronda. Continúa la plática. Es momento de ir al baño y con el poco alcohol adentro temo por mis tacones y su caminar. Regreso y Adriana me confirma que los meseros están todos pendientes de mis movimientos.

El primero, segundo y tercer meseros dan sus respectivas rondas sin acercarse demasiado.

La sexta persona que se aparece es la cocinera (¿qué tiene que hacer ahí? es el colmo) también merodea por las mesas vacías y regresa a la cocina con una sonrisa. El séptimo, quien quizá tenía razón de pasar, con la mirada obligada, fue el Dj.

La noche llega a su fin y las risas y comentarios ahora están inspirados por el alcohol. Quizá no fue tan buena idea consumirlo en mis primeros días de adaptación; dudas y conflictos reaparecen. Las tres vamos en el taxi dando los últimos detalles. Primero dejamos a una (madre soltera, trabaja y estudia, vive con su madre y sus hermanas. Su perspectiva suele ser la objetiva y sus consejos también).

Después a la otra (maestra entregada, de costumbres bien plantadas y apegada a la familia, la más sentimental. Vive con sus padres y hermanas, quienes me han apoyado mucho, de múltiples formas).

Llego a casa y mi ánimo no es el adecuado, subo con mi madre y me aconseja, como lo hace siempre. Me hace notar puntos fuertes y otros en los que hay que trabajar. Es momento de dormir. Me acuesto con los tacones y maquillaje puestos (no es que me haga bien dormir maquillada como aseguran ciertos productos).

Otro día y otra acción.

Proyecto Sophía, días cuatro y cinco. 24 y 25 de junio de 2011

Es viernes, uno común no de quincena, el día nublado y me levanto tarde. Tengo un compromiso y debo cumplirlo. Es muy tarde y no tengo un buen rastrillo (es increíble lo rápido que vuelven los bellos al cuerpo), tengo 10 minutos para vestirme y no es suficiente para mi, ni con base gruesa y dos capas de polvo podría ocultarme. Rompo el ritmo por un momento.

Josué se da un momento de vida de nuevo y sale rápidamente al destino. Pero no está perdido todo, podría parecer pronto para retomar mi vida, pero en realidad me sirve para recordarme que no soy yo, que creí saldría Josué pero la cabeza rapada, las orejas con aretes y un ligero sobrante de delineador no me separa de el tercero, el cuerpo que ante las personas podría parecer intimidante. La cabeza rasa es inevitablemente referencia de enfermedad, de pandillas tatuadas y hasta de pérdida de apuestas, lo último que pensamos es en lo bien que se percibe el frío y el caliente del aire y lo gratificante de ello. Cumplo con el compromiso y vuelvo a casa cuanto antes, a ser Sophía de nuevo antes de que me arrepienta.

El día pasa lento y claro en casa, sin que haga nada más que disfrutar de la programación que ofrece la televisión, ni siquiera tengo ganas de tomar una foto.

Sábado por la mañana. Josué tiene nuevamente un compromiso pero ésta vez no me dejará en casa. Es tarde también pero algo se puede hacer. Vestido de flores blancas sobre negro, la máscara de cada día y un saco negro (hace frío y el compromiso exige un poco de seriedad). Salgo a esperar el taxi nuevamente, llega rápido y me deja en la central, donde la señorita detrás del mostrador decide entrar al juego de inmediato, es cordial y muy sonriente conmigo. Agradezco y me voy. Subo al autobús con rumbo al centro de las artes en Salamanca. El motivo es la asesoría mensual del proyecto Amén (comercial para retícula endoplasmática).

En el par de asientos del transporte se acomoda junto a mí una señora ya mayor, su percepción sobre mi la obliga a mantenerse al límite de su lugar, recargada tanto como le es posible con vista al pasillo.

El trayecto concluye y en la puerta de salida un señor me ofrece su servicio: ¿taxi señorita? Me deja en mi destino. Al entrar a los pasillos del lugar me cruzo con un par de personas, una de ellas le dice a la otra: "así es el centro de las artes", el comentario me parece simpático (quizá solo coincidió mi paso con su plática y el objetivo del comentario era otro).

"¡Buenos días! El asesor no ha llegado, pero si gusta puede esperarlo aquí! tome asiento, ¿con quién tengo el gusto?" Con Sophía Magdaleno respondí. Espere sentada un momento y salí a sacar copias una cuadra más adelante. Regreso y retomo el asiento con una plática de reconocimiento con el contador del lugar. Me doy cuenta de que hasta ese momento todos a mi paso han decidido adaptarse a mi imagen y actuar de acuerdo a ella.

Después de un rato encontramos al asesor, quien se limita a saludar y preguntarme: ¿quién eres realmente? Mi respuesta inicial no satisface la expresión de su rostro por lo que debí decirlo todo y explicar la parafernalia. Está padre! es su respuestas y sin más decide no entrar a la dinámica, le es más importante el motivo de la reunión que cualquier otra cosa (no es para menos).

Salgo y continúo mi viaje, ésta vez el maquillaje decide no permanecer en su lugar y de a poco me derrito, mi cara y ánimo post reunión comienzan a decaer. Necesito un retoque en alguna de las dos. Decido que sea en el ánimo. Cabeza arriba y hombros debajo y atrás, espalda ligeramente curva para levantar el trasero, cadera a izquierda y derecha a cada paso (es de nuevo la pasarela y surte efecto positivo).

A un par de cuadras de mi casa mi padre pasa en su auto, a visitarnos a la casa como lo hace de vez en vez. Pasa junto a mi pero no me reconoce.
Nervios. Ya sobre la calle en la que vivo (después de un obvio y pequeño coqueteo del guardia del fraccionamiento) aprecio a lo lejos el auto estacionado en la entrada de mi casa, con mis hermanos al rededor, esperando que mi padre no note mi llegada, no estoy lista para enfrentarle. Por fortuna en el momento de mi llegada se distrae y no me ve a la cara, sólo nota que alguien en vestido de flores blancas entra a la casa (espero que haya pensado que era mi madre). Más tarde confirmo que no me notó, mi hermana le dice mientras aún estoy lejos "ya viene Josué" (no se acostumbra a mi nueva imagen

en relación al nombre), a lo que mi padre responde "pero...no lo vi". Mi madre llega un poco después que yo y mi padre lo notó, ahora le es obvio que hay algo raro.

La hora de la comida y comento mi siguiente movimiento. Mis hermanos me aconsejan que no lo haga y espere otro momento. Mi madre desearía que no suceda pero es consciente y apoya. Decido seguir y afrontar los riesgos (los cuales mostraré en la próxima publicación).

Más tarde reunión con mis amigos, acceden a llegar a casa. Primero Adriana y Aracely acompañadas por el pequeño Adrián, quien intimidado por la figura desconocida que le abre la puerta decide no entrar (un pequeño empujón de parte de su madre lo obliga). Me di un baño y retoqué el maquillaje sabiendo que Él vendrá también, pero que por su trabajo lo hará un poco más tarde. Con el siempre he tenido una buena comunicación y un muy agudo sentido de crítica, muchas veces de opiniones encontradas (con muchas podría referirme a la mayoría), discusiones largas e intensas que muchos califican de sin sentido, pero que siempre dejan las cosas claras entre ambos. Me siento obligada a mantener todo perfecto.

Llega, me ve y sonríe con cierta extrañeza. Saluda y desde el principio se mantiene al límite. La tarde pasa mientras gran parte del país se concentra en el partido de fútbol del que México es campeón. La plática fluye habitual, comiendo como siempre lo hacemos.

La hora de marcharse y tomar una foto como evidencia de las cosas.

Al final ya solos y ante su insistencia de no llamarme por mi nombre (e l correspondiente a la falda y los tacones de encaje (tan incómodos pero bonitos)) se desata una discusión. Él pretendía que entre nosotros las cosas pasaran comunes y sin prestar atención al atuendo, no le es importante la apariencia y sí quién está dentro, el hombre del proyecto (el cual le gusta, le parece interesan y al final entrará en el curso pues así se lo pedí). Estoy pensando en ceder y que con él sea Josué quien siga viviendo, pero no. Es alguien muy importante también en mi ambiente cotidiano, y como tal me gustaría se involucrara, aunque Josué se pierda de muchas cosas en el proceso.

Y es que a Josué nunca le ha gustado quedarse en pausa. Ni en las cosas más tontas como perderse un capitulo de sus serie favorita y mucho menos al olvidarles en las peores borracheras. Para mi y para Josué es frustrante no tener una memoria, la vida no tiene sentido sin un algo que de fe de que las cosas pasaron (quedarse solo y tener Alzheimer es su peor miedo), las cosas hacen por nosotros lo que las migas de pan por Hansel y Gretel.

Vuelvo a casa pensando en lo difícil que es tratar de olvidarme de Josué, que es al final de todo quien provocó que en los últimos días tuviera miedo de salir a la calle.

Soy Sophía y a ver el mundo como tal.

Proyecto Sophía, día seis. 26 de junio de 2011



Comienza uno de los días que planean ser más fuertes en cuanto a sus efectos en el proyecto. Hay que desayunar y arreglarse para salir a la casa de mis abuelos, es el día para festejar el cumpleaños de una de mis tías (hermana de mi madre) y podría haber fuertes reacciones.

La historia es que mis abuelos viven con la compañía de dos tías, quienes trabajan en un negocio propio establecido en la misma casa. Ambas tienen personalidades e intereses completamente diferentes. La menor de todos los Magdaleno Falcón es la hippie del entorno, interesada sobremanera en los Beatles y otros exponentes de los 60's, de flower power y las sagas cinematográficas de Indiana Jones y Harry Potter.

La festejada en esta ocasión es la segunda de las mujeres, iniciadora del negocio del estilismo en esa casa y fiel ayudante de un grupo católico que ayuda a celebrar misa cada domingo. Siempre ha disfrutado de un carácter fuerte y dominante, con el que defiende a capa y espada su ideología. Josué ha desatado fuertes discusiones en las que ambos terminan elevando la voz y alterando a todos en la sala (la pequeña sala- comedor-cocina en la que todo sucede, donde cada navidad, fiesta de cumpleaños y cualquier celebración se convierte en la selva donde convivimos niños, jóvenes y adultos.)

La familia entera ha disfrutado desde toda la vida del privilegio de poder bromear con las cosas que nos suceden, de hablar de temas variados sin tener que escandalizarse demasiado y de compartir un sentido del humor muchas veces negro. Nos es posible poder dirigirnos de "Tú" hacia tíos, primos y abuelos, con confianza. Mi abuelo es más bien papá Hugo y al dirigirnos a la menor de las tías hay que usar su nombre y nada más.

Se podría decir que es la familia perfecta.
Claro que siempre hay un algo. Y en nuestro caso me parece que es el escándalo de romper con las tradiciones sacras como el matrimonio y los estilos de vida alternativos. Nunca se escuchó en la familia tema parecido al divorcio o a la vida homosexual, no dentro de la dinastía, lo que hace a mi familia nuclear la primera en plantear el desafío. Mi madre es la mayor, llevó su divorcio de mi padre con el mayor cuidado y discreción posible (cosa extraordinaria que todos los parientes no se enteraran por años de la situación aún cuando vivíamos a espaldas de ellos), al enterarse apoyaron en lo posible, pero cuando se habló de querer casarse de nuevo se desató el drama y las posturas cerradas. Apenas se pudo hacer que mi abuela y mis tíos y tías asistieran al evento (al haberse casado por la iglesia una vez, su segundo matrimonio por el civil no es válido, lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre (a menos que se envíe el caso al Vaticano, acompañado por una jugosa cantidad monetaria para sustentar el proceso)).

Mi abuelo tiene una postura muy conservadora en cuanto a las relaciones, de ahí no se puede mover. Es incontable la cantidad de ocasiones que se le ha escuchado decir cosas como "méndigos maricones".

Es momento de llegar a la casa, con mis hermanos ayudándome y mi madre también (tensos esperando lo peor. Al entrar mi pequeña prima saluda a la desconocida que soy, sin pensar en nada más que la mujer de tacones parada frente a ella. Enseguida su padre, mi tío, saluda y dice buenas tardes con la misma idea que su hija, sin percatarse de nada hasta que mi madre me presenta como "su nueva sobrina", (con ojos analíticos y confundidos: "ah, pues si es éste canijo...y ahora ¿tú qué?") saludo a todos los demás, mi abuelo con sorpresa y confusión, mi abuela me dice "pelón" y mi tía política "hola hijo".

La duda continúa en la cara de mi tío y la festejada hace aparición (pienso en que ahora sí habrá un enorme caos y entonces...) "hola mi vida, ¿este es mi regalo?" me abraza y su voz es dulce, ¡vaya sorpresa! Detrás de ella mi tía la menor, con una enorme sonrisa y un abrazo también "te ves más femenina que yo" y ríe de nuevo.

Pero mi tío continúa con su rostro y ante la inminente reacción mi madre prefiere decir la verdad en torno a mi apariencia "es su proyecto..." El argumento parece tranquilizar a mi tío un poco y pregunta: "¿ya te vas a quitar eso? ya dejaste de grabar ¿no?, ¿quién va a saber?

Mi abuelo se retira discretamente dejando clara su opinión por la situación, se recluye en su cuarto.

La tarde avanza, más invitados y de pronto otro tío llega con su familia, deciden ignorarme con la vista para no tener que hacer frente a nada ahí, mi madre hace de nuevo una intervención y entonces aceptan acercarse.

A partir de entonces mi abuelo se mantiene en su habitación y baja solamente para no ser descortés con el par de sacerdotes que asistieron al evento y para convivir un rato con sus hijos, una vez terminada su comida y retirados los invitados eclesiásticos regresa a reclusión. Se puede decir que mi abuelo peca de presuntuoso con los orgullos logros de sus nietos y sus hijos, ésta vez no fue así, no hubo un "mi hijo está concursando en...", fue notoria su postura y habrá que entenderlo.

Dos ocasiones más escuche el "ya quítate eso, no te están grabando ya" por parte de mi tío, acompañando las oraciones con un golpe en el brazo (como si tratara con su sobrino y no con Sophía), su hermano (el otro tío) acompaña la situación comentando "a ver si no se le hace moretón..." en otro momento me habría parecido el más gracioso comentario y soltaría la carcajada, no hoy.

Con mi abuelita por otro lado siempre he sentido el lazo que se crea al ser el primer nieto y el primero a su cuidado a los primeros días de nacido pues mi madre tenía que ir lejos a trabajar (cosa que no reprocho pues salvó mi vida), yo Sophía no tengo ese lazo y no pudimos desarrollar nada más allá de miradas sonrientes.

Momento de partir, las cosas tranquilas pero del lado equivocado, el ambiente tenso y yo ignorada, nadie en ese momento aceptó el rol que provoca mi imagen, montada en tacones azul marino de tiras, jeans y blusa bordada de Oaxaca, llamándome hijo o Josué cuando fue necesario hacerlo. Es mejor despedirnos. Ambos tíos de mano y con la típica fuerza entre iguales. Sus esposas de lejos un adiós cotidiano y sonriente. Mi abue de beso en la mejilla y un agudo "cuídate mucho" de consejo.

Subir con mi abuelo a despedirme es el último paso, me da la mano y dice "¿ya se van? que les vaya bien..." Aun sin soltar su mano intento acercarme un poco y el lo impide (tratar de entenderlo es mi única opción).

De salida otro par de sonrisas de las tías, un qué bien caminas en esos zancos y un par de risas, pero seguido todo de un "hijo".

A la casa.

Ya en ella me meto en la ropa de alguien cómoda en la tranquilidad del domingo para sentarme a analizarlo todo.

La familia es el primero y el más fuerte de los grupos sociales, donde el rumbo que se ha de tomar en la vida se define y se refuerza, es la fuente directa de las apariencias. El día de hoy me convertí en el maniquí del aparador, en torno al cual todos caminan concentrados directamente en las prendas y no en el material que las soporta.

Adoptar la imagen de mujer, sin que sea biológicamente cierto, tiene un inevitable referente a la vida homosexual, y aunque Josué lo es sin tapujos al respecto, no pretendemos que sea tema de desarrollo en el proyecto; después de todo a Sophía (mujer) le gustan los hombres, lo que técnicamente me hace heterosexual, pero la parte de la familia visitada hoy no evita pensar en ello, como un problema además.

Y aunque les relajó saber que es todo un asunto temporal, les altera pensar en que pueda ser un estilo de vida definitivo que podría no aportar bisnietos de mi parte.

No sé si pueda seguir con todo ésto, al menos no con ellos, habrá que intentarlo una vez más y exigir se dirijan a mí de la forma que mi maquillaje necesita y a partir de ello analizar la situación.

(No volví si no hasta que la acción terminó, volvieron a dirigirme la palabra, pero con sus respectivas reservas)

Proyecto Sophía, día siete. 27 de junio de 2011

El día es nublado y de verano, comenzó una hora más tarde de lo que la alarma del celular pretendía. Me levanto y acudo a mi enemigo el espejo (tenemos una relación de co-dependiente desde hace ya mucho tiempo), decido que por razones de técnicas hoy saldrá el tercero y no Sophía ni Josué (aunque quiera salir no puede, dejo de ser el y no sabe cuándo volverá).

Y es que me miro al espejo sin lograr evadir el reflejo de las marcas rojas que comienzan a invadir mi piel (pequeños cúmulos en poros bloqueados por ponerme la cara de Sophía encima), además de los vellos debajo del mentón, que a Josué le parecen pocos y para mi son más que exageración.

La piel se me irrita fuertemente al tratar de mostrarse rasa cada día.

El dolor es otro factor que se volvió común. Las pequeñas piezas plásticas que hacen que mi nariz se levante ya dejaron cuatro muy molestas heridas dentro de las fosas nasales, a la par del endurecido resto de sangre que surgió mientras dormía al rededor de mis aretes.

La piel debe descansar o no habrá piel con la cual actuar (el cuerpo, como siempre, es lo primero que se rinde y muestra los estragos).

Paso el resto de la mañana con mis amigos Reticuleros (Retícula Endoplasmática hu!), prestando la urgente atención a nuestros proyectos.

Al regresar encuentro a mi madre sentada en la pequeña sala de la casa, sola, cociendo su nueva blusa. Comenzamos a platicar y me cuenta sobre un posible drama con respecto a la reunión familiar del día de ayer (cosa que informaré apenas se tenga certeza del caso). Se prepara para lo peor y me cuenta de dónde echara mano para argumentar cualquier reproche. Su postura es muy clara y valiente (rendirme ahora o en algún momento sería ignorarla, echar a la basura su coraje).

El día continúa y sigo pensando en la familia, en la forma en que cada miembro mantiene en su cabeza la imagen original, la que se encargaron de hacer fuerte una vez sabiendo el veredicto inicial (es un niño! (vaya sentencia)). Recuerdo una de las primeras fotos que hay donde Josué está ya configurado, protegido por la primera marca de su vida: "el color azul" en forma de cobija (escribo ésto y me dan ganas de llorar, ni siquiera estoy seguro del por qué).

Decidí replantearme desde más atrás por medio de esa fotografía y lanzo una pregunta al aire: ¿qué si en lugar del azul el rosa?

Nacemos como un pequeño montón de funciones físicas y químicas, sometidos a los siempre bonitos mamelucos que se compran desde que se sabe del embarazo (siento respeto por las personas que compran muchas cosas de color amarillo, por si acaso falla el pronóstico poder vestir al engendro de forma neutra sin obligar a nadie a nada).

Imagino a mis padres cuando escucharon la antes mencionada sentencia, la cantidad de planes que habrán hecho para compartir nuestras vidas y cuántos de esos planes tendrían al color azul como bandera, como debía ser (más lágrimas en los ojos). Una vez anunciada la noticia los familiares y amigos cercanos a los padres comienzan a tejer y comprarlo todo azul, hay quien se da le lujo de aportar verde y celebrar al nuevo niño.

Mi actual "re-nacimiento" no causó el mismo efecto, ahora es otro el cuento, no surgí mujer por mandato divino si no por decisión propia y ahí es donde la puerca torció el rabo (una frase nada profesional pero ¿cómo no usarla?) No solo estoy retando a un grupo de personas dentro de un grupo más grande, si no que estoy en contra del mismo Dios (¿sí?).

La familia no se escoge (gracias a dios que es así o Los locos Adams, Los Beverly de peralvillo y los Osbourne tendrían más descendencia que Adán y Eva (no se ofenda nadie que es sólo un chiste)).

Aquí sigo.

Proyecto Sophía, día ocho. 28 de junio de 2011

Erase una vez, en el baño de una casa, una persona que sintió calor vespertino y se dio una ducha para refrescarse antes de salir a hacer negocios. Tomó la ropa que se pondría de forma instintiva, entró a la regadera y permitió la caída del agua sobre su cuerpo. Al salir secó los restos con la toalla azul del Barça y se puso el pantalón, pero ¡vaya sorpresa! no era el suyo, o ¿sí? ya no lo reconocía.

Una semana exacta y ya han cambiado tantas cosas en la rutina diaria que todo me parece extraño y tengo los sentimientos en la superficie, tan externos que cualquiera podría leerlos.

Camino con rumbo al autobús que me lleve a la central y seguir con destino a la capital de mi estado, mi lugar de nacimiento.

Espero junto al poste de madera verdosa y a una cuadra se acerca un Tsuru dorado, lo veo de frente y el miedo se siente en la boca del estómago (ese punto me es ya tan familiar...), dentro de el mi padre. Se detiene a la mitad de la calle y puedo distinguir su rostro perfectamente, dirige la mirada hacia mí y de inmediato se da la vuelta, sin haber reconocido a la silueta de cabello negro.

Sigo sin estar lista para enfrentarle. Enseguida el camión se detiene frente a mí para rescatarme del momento. De la puerta de mi casa a la central pude escuchar tres frases: "ay amor...", "adiós muñeca" y "preciosa". Tres muy "halagadores caballeros" que responden directamente al gloss de los labios y al negro de los párpados, no se toman la molestia de hacer nada más que lo que están acostumbrados a hacer, ver y actuar. (¿Qué si una mujer voltea a ver con deseo a un hombre, se aprieta el labio entre los dientes y dice: "muñeco"?, ya veremos...)

Plaza de la paz. A caminar. ¿Qué está pasando? mi paso corre sin problemas, cabeza arriba y pies fluidos, lo hago con tanta comodidad que me sorprende. Siento en el pecho que respiro y sigo adelante (como cuando a propósito Mariana Álvarez y Josué escuchan música en la calle, se lanzan una mirada cómplice y con toda la actitud avanzan al compás de la canción), el destino final es encontrarme con mi hada madrina Areli Vargas Colmenero.

. Una pequeña y productiva charla antes y después de una entrevista que ella consiguió para mi (misma que publicaré pronto). El consejo (equivalente al Salacadula salchicomula bividi bavidi bumbum) "tú adelante, que el arte te sirva de catarsis..." A pesar de estar metida ya en el proceso no lo había considerado así, mi falta de memoria (un asunto real) de pronto impide que encuentre esos términos para explicar las cosas.

En la entrevista recordé a Cosa Raposo y su argumento sobre el por qué de su producción artística, sobre cómo es que la técnica empleada en su producción es directamente proporcional a las necesidades de la idea. Ahora la entiendo del todo y comparto su postura; salí (literalmente) de la postura en una fotografía photoshopeada para irme a la vida real y explotar la idea. Para hacer que la pieza vaya al espectador y se le cuele por donde sea posible.