Es el penúltimo día de mi estancia aquí, bajo éstas circunstancias.
En estos últimos días mi cansancio ha aumentado, mezcla de las pequeñas tensiones y nuevas experiencias y sobre todo de mi nuevo régimen alimenticio.
Mantenerse estable en el rango de las preferencias estéticas sigue siendo una exigencia actual, pero disfrazada con frases como “es más saludable” o con dramáticos comerciales donde un pequeño niño con obesidad sufre de un coma diabético y sus padres dice “sálvelo doctor, sólo tiene 11 años” o algo similar.
Apenas se prende la televisión los complejos de culpa se fortalecen con pares de imágenes contrarios: primero el comercial de la nueva fragancia, con un par de modelos semidesnudos de cuerpos esculturales y en seguida la publicidad de la pecaminosa hamburguesa gigante con la carne aún burbujeante de aceites (¿el resultado esperado de tanto bombardeo es acaso una persona obesa y perfumada?)
Tres semanas y 2.5 kilos menos después han permitido que mi cuerpo cansado luzca perfecto en el pequeño vestido amarillo.
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